Crónicas Demoradas LA TOMA DEL HOSPITAL por Luis Brunati

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La toma del hospital                             por Luis Brunati
“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir
que hay otra historia. La verdadera historia”
Quien quiere oir que oiga, Lito Nebbia

Asentada en razones de profundo contenido social y concretada por los trabajadores más llanos
y de menores ingresos del hospital de Moreno, en la primera quincena de junio de 19731
, “la toma” fue
gravemente distorsionada e instalada en el imaginario colectivo, como un hecho delictivo perpetrado
con extrema violencia e inconfesables fines de carácter subversivo, cuando en realidad se trató de una
empírica pero muy valiosa experiencia de Gestión Social que fue capaz de resolver en algo más de tres
meses los problemas que dieron origen a la demanda y avanzar en otras mejoras, prácticamente sin
costo para el erario público.
A casi medio siglo de aquel hecho, es muy poco lo que en realidad se sabe sobre él, y en cambio,
si algo subsiste es la interesada y falsa versión instalada en su momento, amplificada y profundizada
durante los años de dictadura, con la consabida e infame secuela de agravios, difamación, persecuciones
y vulneración de los derechos humanos.
Interesado en documentar la verdadera historia de “la toma del hospital” y aun admitiendo
que durante el breve período de funcionamiento del mismo, bajo el nombre de Sabino Navarro, pudo
haber errores o aspectos objetables – ¿Qué obra humana puede ser declarada exenta de ello? – de lo
que no cabe la menor duda es que estuvo fundada en razones nobles, de profundo sentido solidario y
compromiso con la comunidad, siendo de gran valor todo lo logrado.
El objetivo de este trabajo es desmontar falsedades, brindar información fidedigna, recoger
parte de la valiosa campana ausente de aquella experiencia colectiva y remarcar la necesidad de una
más profunda investigación sobre los hechos, los antecedentes, causas y razones que dieron origen al
reclamo y dejar expresa constancia de la fuerte y persistente acción de los “servicios de inteligencia” y
organismos de “seguridad” destinados a sostener falsedades.
El hospital en la historia familiar
Mis hermanos y yo nacimos en Capital Federal, pero un duro revés económico de la familia
llevó a nuestros padres a recalar en Paso del Rey, más precisamente en “La Villa”, como pomposamente
se solía decir de la hermosa zona de fin de semana de cuatro fracciones por manzana desplegada sobre
las márgenes del paradisíaco río de la Reconquista, su frondosa arboleda, y muy escasa población
estable de los años cincuenta. Duro para nuestros padres, pero muy distinto para nosotros, los hijos, los
chicos, con esa desmedida capacidad de la infancia de vivir el drama en clave de aventura. Alcanzamos
a disfrutar de la posibilidad de andar a caballo, explorar los cerrados montes de la zona, caminar la
maravillosa costa del río Reconquista, pescar, remar y hasta nadar en sus aguas.
Conservo el nítido recuerdo de la Escuela 2, con sólo dos aulas en las que cursé quinto y
sexto grado, la antigua estación ferroviaria de Moreno con campana de bronce y locomotora a vapor
e infinidad de emotivos detalles de aquel Moreno pueblo de campo. Sin embargo la devastación fue
vertiginosa y para fines de los años sesenta la situación de la zona ya era totalmente otra.
La explosión demográfica provocada por lo que se dio en llamar “erradicación de villas de
emergencia” fue una masiva y sistemática expulsión de familias de muy bajos recursos a fuerza de
topadoras y camiones volcadores.
1 Fechas probables de inicio y culminación, de la gestión social del hospital de Moreno, bajo el nombre de Sabino Navarro,
lunes 11 de junio de 1973 a fines de septiembre del mismo año.

Los fabulosos negocios inmobiliarios sin ninguna planificación o infraestructura. El loteo de
tierras inundables. El vaciamiento al Reconquista de efluentes domiciliarios e industriales, sin el más
mínimo tratamiento y la atroz desforestación de su costa, convirtieron al río en una verdadera cloaca a
cielo abierto. Así fue que se multiplicaron de manera fantástica la cantidad de inundados, se originaron
barrios sin medio de transporte, sin escuelas, pavimento, alcantarillas, energía eléctrica e iluminación.
Una fenomenal problemática que debió ser en gran medida paliada a partir del aporte solidario
de la población.
Como experiencia propia de nuestra familia, puedo recordar el mejorado de calles, el canje con
la Municipalidad de una bolsa de cemento por un caño de alcantarilla, las extensiones de luz entre
vecinos, que en nuestro caso llegó a cuatro familias. La iluminación de calles abordada por el propio
vecindario y muchas otras acciones de ese tipo, entre las cuales, la salud no fue la excepción.
Un proceso verdaderamente vertiginoso que llevó a Félix Brunati, nuestro padre, a asumir por
años y junto a otros vecinos responsabilidades en la Sociedad de Fomento de Zapiola y ante la necesidad,
disponer el automóvil familiar a modo de ambulancia, invariablemente de manera solidaria. Práctica en
la cual, a medida que nos hicimos más grandes, fuimos colaborando los hijos, para aprender allí que las
noches de tormenta son propicias para los partos, los fines de semana proclives a la generación de algún
accidente doméstico y también conocer el creciente rechazo del vecindario al Hospital de Moreno.
“Por favor Brunati… al Hospital de Moreno no.”
En ese tiempo, mediados de los años sesenta, ya se habían instalado dos clínicas en Moreno y
una tercera en Paso del Rey, pero a ellas sólo se podía ir con dinero. Dicho ahora y así puede parecer una
total obviedad, pero no siempre fue así. Muy al principio, en la Clínica de Paso del Rey ubicada sobre
la calle Del Carril, nos fue posible lograr atención para los primeros auxilios, al menos esa fue nuestra
experiencia, sin embargo rápidamente las cosas cambiaron y todo se encuadró a partir de una simple
pregunta inicial:
¿Obra social o particular?
El hecho es que en esa práctica como ambulancia solidaria, a veces resultaba necesario informar
al paciente o a su familia cosas muy simples, como por ejemplo, donde convenía ir por tal o cual
emergencia.
“Vamos donde ustedes quieran, pero por un parto yo diría que lo más conviene sería tal lugar…”
“Para una fractura deberíamos ir a tal hospital…”
Así aprendimos cómo ingresar al Hospital de Merlo, supimos del mejor funcionamiento de
la guardia de General Rodríguez, las ventajas del hospital de San Martín, la Maternidad del Hospital
Rivadavia o el Instituto de Haedo para cuestiones cardíacas, y también, cómo se continuó profundizando
el rechazo al Hospital local.

El hospital en la parroquia

Las primeras en acercarse a la parroquia de “Pepe” Piguillem fueron nuestras hermanas Marta
y María Teresa invitadas por Graciela Carrettoni, luego Martín Insaurralde acercó a Enrique, “Queto”
Brunati, quien asumió junto a otras compañeras y compañeros una labor en Lomas de Moreno y
posteriormente, Roque Villacorta seminarista Franciscano, Clara “Klary” Segesdi , quienes junto a
“Pina Marongiu, “Carozo” Castro y yo nos sumamos a trabajar el barrio La Perla, donde colocamos la
primera capilla, una pequeña casita de madera donada por las hermanas de la congregación irlandesa,
de quienes recuerdo con mucho cariño a Consuelo y María.
Pero lo nuestro estaba lejos de ser una excepción. Para esos días, muchas otras chicas y muchachos, venían haciendo lo propio en la enorme extensión de la parroquia de “Pepe”, desplegada sobre
una zona muy postergada, carentes de los más mínimos servicios, con calles de tierra, poco y nada de
transporte, precario tendido eléctrico y sin escuelas, donde obviamente, tampoco había servicio de
salud, ambulancias y las muy poquitas salas de primeros auxilios, poco podían hacer.
Al ámbito de la parroquia, los dramas y penurias del hospital de Moreno llegaban a través de los
comentarios de Esteban Gil, quien se desempeñaba allí como Técnico del Laboratorio. Comentarios y
experiencias verdaderamente lacerantes, muy difíciles sólo de ser escuchadas y vergonzosas de admitir,
de modo que apenas supimos de la posibilidad de hacer algo para poner límites a aquella dolorosa
situación, creo que nadie tuvo dudas en apoyar. Yo me enteré de la toma del Hospital por “Pepito”
García, compañero de “La Parroquia” y en ese momento compañero de trabajo. Lo supe tan sobre la
hora que sólo logré avisar a Pedro Varela, compañero y amigo de Zapiola y unos pocos de la Unidad
Básica Eva Perón que teníamos en la esquina de Av Zapiola y 25 de Mayo y dando por supuesto que
iba a ser una larga jornada, hacia allá partimos en tren y colectivo.
El punto de concentración para los compañeros de la parroquia, fue Güemes y Victorica, o sea
la esquina de la capilla Santa María y desde allí formando parte de una columna mucho más numerosa,
por Güemes hasta el Hospital. Recuerdo también, a un par de dirigentes de la derecha peronista, o de
la ortodoxia, como se decía en ese entonces, tratando de evitar la movilización, sin embargo la decisión
ya estaba tomada y hacia el Hospital marchamos.
Diría que de “La Parroquia”, fuimos la gran mayoría. No creo que haya quedado barrio sin
movilizar. Por supuesto, muy poquita gente de cada barrio, eran sobre todo mujeres, pero en conjunto,
terminamos conformando un gran número. Dicho caudal, sumado a la movilización convocada por
los trabajadores del Hospital, el sector del corralón y limpieza, el aporte desde distintos barrios de la
Juventud Peronista, el Sindicato Textil y la JTP logró generar, al llegar al Hospital, una concentración
jamás antes vista en el Distrito.
Hubo policía. Diría que toda la policía de Moreno, lo cual representaba poco y nada en referencia
a la enorme cantidad de personas, pero también hay que decir que los efectivos policiales no estuvieron
en ningún momento en actitud confrontativa. No hubo formación ni desplazamiento de las fuerzas de
seguridad destinados a impedir el acceso al Hospital y mucho menos intento de desalojo. Recuerdo al
personal policial mezclado entre la gente o integrando pequeños grupos entre la concurrencia. Lo que
también recuerdo es que con la llegada de más agentes de policía, los compañeros más vinculados al
hospital comenzaron a ofrecer guardapolvos y chaquetillas… la consigna comunicada con sigilo, en voz
baja y sin señalar era:
“Andá para allá que te van a dar un guardapolvo”
Minutos más tarde la imagen sanitaria se había multiplicado significativamente, aunque, me
atrevo a decir que quizá haya sido más eficiente como picardía o ingenua osadía que por su posibilidad
de engañar a alguien. En síntesis y sin dejar de reconocer lo apabullante de la movilización, de ninguna
manera se trató de un asalto, copamiento o un episodio violento. Lo que sí sucedió y fue visible para
quienes estábamos cerca de Esteban, la bravuconada de un policía de civil que nos dejó paralizados.
“Es Iborra – comentó alguien – un matón de la policía…”
“Era ya el atardecer – dice Enrique “Queto” Brunati – Un pequeño círculo próximo a la guardia del hospital.
De ese grupo, sólo conocía a Esteban, a mi hermano Luis y un personaje, del que no sabía nombre ni apellido,
pero que había visto más de una vez caminando por Moreno, siempre de civil, con un poncho o chalina sobre
los hombros y sabía que era policía. Poco después, Fleischman (El nuevo Director) sacó de su bolsillo una hoja,
aparentemente arrancada de una libreta de espiral, y dio lectura a un breve discurso todo muy improvisado al
que siguió un escueto aplauso y la dispersión de los pocos que rodeábamos la escena.”
Yo recuerdo del mismo modo la escena, el reducido grupo de quienes rodeamos a Esteban y una
cantidad mucho más importante de compañeras y compañeros de la parroquia sobre lo que llamábamos
la explanada del hospital y en especial la decisión de pasar allí la noche en razón de acompañar a
Esteban dadas las amenazas de que había sido víctima. Lo concreto es que muchos de nosotros vimos
el amanecer del día siguiente desde ese lugar.
Esa mañana, ya pensando en regresar a nuestras obligaciones, Queto y yo fuimos al Laboratorio
para despedirnos de Esteban, pero él nos pidió apoyo para resolver algunas urgencias y nos presentó
a “Patilla”, es decir a Pepe Lombardía, quien a su vez nos propuso hablar con Horacio Fleischman,
el nuevo director, para lo cual lo acompañamos hasta su despacho. Ya en el primer piso, esperando
ser atendidos, o sea antes de ingresar a su oficina, se produjo la inesperada llegada de una numerosa
comitiva encabezada por el Intendente Luis Tulissi, de modo que sin querer quedamos incluidos en lo
que fue la primera reunión, que se dio en aquel pequeño espacio, con la salida de Fleischman de su
oficina. Queto y yo quedamos de espaldas a una pared y Pepe un paso adelante. Los que hablaron fueron
el intendente Tulissi, Horacio Fleischman y “Buby” Busico, a quien yo recuerdo con más claridad.
La reunión se desarrolló dentro de un marco tenso pero sin el menor incidente. En el caso de Tulissi
exhibiendo cierta actitud de autoridad y “Buby” Busico en una postura más bien conciliadora, pero
todo muy breve y directo. Luego nos habríamos de enterar por Pepe Lombardía que Busico venía en
representación del Gobierno de la Provincia.
Finalizada la reunión que como dije fue muy breve, a lo sumo diez o quince minutos, “Queto”
y yo continuamos con nuestra recorrida en compañía de “Pepe” Lombardía, tratando de ver posibles
aportes y en base a los datos recopilados Queto recuerda haber consultado luego a una compañera
docente, Profesora de Química, sobre la posibilidad de resolver algún tema del Laboratorio y yo me fui
pensando en colaborar en una serie de problemas eléctricos, sin embargo nada de eso fue necesario:
“De un día para el otro comenzamos a tener de todo – dice Pepe Lombardía – con sólo evitar el drenaje y
cosas que se perdían en el camino comenzó a haber insumos que hasta el día anterior debían aportar los propios
pacientes, e incluso el clima de trabajo se modificó mucho”
Unos años después, exactamente en enero de 1976 en una visita mía al Laboratorio del Hospital,
charlamos brevemente sobre aquella memorable jornada y fuerte campaña de difamación:
“Te aseguro que es todo falso Luis – dice Esteban señalando un orificio en el cielorraso – ¿Ves ese agujero? me
recuerda todos los días lo difícil que fue y todas las mentiras que se dicen. Ese fue el único tiro de la toma, se
escapó de una de las tres o cuatro armas que estuvieron depositadas aquí y que nunca se utilizaron … pero de
lo que no dicen nada los médicos, es de las amenazas que venían del sindicato municipal y la derecha, para
continuar funcionando como tenían acordado… si no hubiéramos tenido apoyo de Montoneros y los textiles, sí
que hubiera sido difícil”.
Así y en ese momento me enteré de algunos entretelones y las fuertes presiones que debió
soportar Esteban Gil de la “ortodoxia”, como solíamos denominar a la derecha peronista, el C de O
y el tal Ortellado, hombre de Gerónimo Izeta en el Sindicato Municipal, para que todo continuase
sin cambios. Ese día me comentó que efectivamente hubo armas, que las mismas habían ingresado
en una camilla y se guardaron en el laboratorio a cargo de cuatro compañeros del sector armado de
Montoneros y que a uno de ellos se le había escapado el tiro que produjo el agujero en el techo.

Testimonio de José Esteban Gil
José Esteban Gil, en Moreno Esteban o Padre Esteban por su condición de Seminarista, integrante de la Comunidad Ceferino Decapitado de La Parroquia de José “Pepe” Piguillem, Técnico
del Laboratorio de Análisis y delegado gremial de los trabajadores del Hospital ante el Sindicato
Municipal, integrante de la Juventud Trabajadora Peronista ( JPT) y la Columna Sabino Navarro de
Montoneros, luego Lealtad. Sin duda alguna para muchos de nosotros y para mí en particular, un
compañero excepcional por sus ideales, ejemplo permanente y capacidad de entrega, a quien la toma le
valió el exilio.

Los hechos que viví
La versión de una toma con armas, es decir de un modo violento, es el mayor de los disparates y
una total falta de respeto a los trabajadores que pusieron el cuero para modificar, desde una valoración
de lo público, el mezquino e irresponsable funcionamiento del Hospital en aquellos días.
Es cierto que hubo armas. Dos o tres armas largas y dos o tres revólveres o pistolas, no sé bien,
no conozco de armas, pero es falso que fueran para tomar el Hospital.
Sucedió que cuando comenzamos a hablar de exigir modificaciones del lamentable funcionamiento del
Hospital, la derecha peronista y el Sindicato Municipal, tomó partido en sentido contrario
y no era una resistencia de palabras.
Las armas que efectivamente ingresaron fueron para disuadir la posibilidad de un enfrentamiento e ingresaron
al Laboratorio de donde yo era el responsable y nunca salieron de allí. Es más, ni
siquiera estuvieron a cargo de ninguno de nosotros y se retiraron del Laboratorio dos días después del
mismo modo en que habían llegado, es decir en una camilla y absolutamente fuera de la vista de todos.
Durante la toma, las armas nunca salieron del Laboratorio.
Respecto de la amenaza de Iborra tengo una total inconsciencia, no sé si me dijo algo ni cuánto
duró. Creo que fue un instante. Me recuerdo a mí mismo con dos brazaletes, uno de la JP en uno de los
brazos y de la JTP en el otro, pero no sentí temor, o no tengo consciencia de haber sentido temor, por
otro lado en ese momento ya estaba todo jugado. Ellos totalmente impotentes y nosotros exultantes.
Los problemas más graves del Hospital en aquel momento eran dos. Por un lado Moreno comenzaba a vivir
la explosión demográfica y por otro aparecían las primeras clínicas privadas, lo cual, con pocos médicos
y enfermeras, convirtió al Hospital en variable de ajuste. Un lugar posible de postergar
para privilegiar los lugares pagos de atención, lo que derivó en que para ser atendido había que sacar
número y la cantidad de números que se repartía no era siempre igual, era a medida del tiempo que
disponía el médico y en ciertas oportunidades llegó a ser ridículamente bajo, o sea que para obtener un
número la gente comenzó a hacer largas filas frente al archivo, que era donde se entregaban. Las colas
llegaron a ser una verdadera vergüenza e iban desde temprano en la madrugada o la noche anterior.
La toma la realizamos los trabajadores del Hospital para lo cual hicimos reuniones y asambleas
en todos los sectores de trabajo, aunque también es cierto que tuvimos apoyo de otros trabajadores
municipales, como el Corralón Municipal y Recolectores de Residuos, es decir apoyo de sectores de
bajos ingresos.
También es cierto que tuvimos apoyo de mucha gente de los barrios, de la Juventud Peronista y
la Juventud Trabajadora Peronista, aunque sin el respaldo de Montoneros la toma corría riesgo e incluso
hubiera corrido riesgo la gente. El simple comentario de la participación de Montoneros disuadió toda
oposición y facilitó las cosas.
Como lo habíamos previsto designamos al médico Horacio Fleischmann Director del Hospital,
a “Pepe” Lombardía como Secretario de la Dirección y al ferroviario Roberto Liguori como administrador.
Ese fue el equipo básico de trabajo. Fleischmann era médico del Sindicato Textil, otorrinolaringólogo, creo.
Pero de lo que estoy seguro es que sin el apoyo del “Gordo” Gómez todo eso hubiera sido imposible
Cuando hablé del respaldo de los trabajadores, no lo dije por los médicos. Ellos, salvo muy honrosas excepciones,
defendían el sistema y se opusieron a la toma y anunciaron su decisión de renunciar
masivamente, cosa que no hubiera venido mal ya que frente a esa contingencia, el Ministerio de Salud
de la Provincia, nos aseguró todos los reemplazos necesarios, tanto en número como en especialidades.
Demás está decir que llegado el momento no renunció un solo médico y más adelante, cuando hubo
elecciones en el Sindicato Municipal, la mayoría de ellos que jamás habían votado, concurrieron a
hacerlo en contra nuestro. Yo fui candidato para reemplazar a Raúl Ortellado y perdimos por muy
poquitos votos.
Otro apoyo para mí de enorme importancia fue el de “Rolo” (Rodolfo U. Freyre). En Rolo pude
encontrar siempre, antes, durante y después de la toma la mayor comprensión e incluso apoyo para
resolver cosas que el Hospital no podía.
Durante nuestro período de gestión que fue verdaderamente breve pudimos realizar una cantidad de mejoras
y sobre todo eliminar de cuajo las bochornosas colas para sacar números, pues pasó
a ser atendido todo el mundo y solucionar también la falta de insumos básicos que en general debían
resolver los propios pacientes que iban desde gasa y algodón, hasta medicamentos y mantas, pero
también hechos muy aberrantes. Cosas que aún hoy no me atrevo a comentar porque harían falta
pruebas, revisar expedientes, ver si quedaron constancia de las denuncias pero que fueron escabrosas,
por lo general contra mujeres y familias muy pobres.

Mi arribo al Hospital
Acá estoy recordando aquellos tiempos, aquellos años 60 que me parieron a una aventura de la
que aún soy parte… muchacho de la provincia que me fui a la gran urbe a estudiar para cumplir con el
mandato paterno: “la única herencia que quiero dejarles es estudio”.
Eran aquellos tiempos donde “mi hijo el doctor” fue la aspiración de una clase media promovida
básicamente por los tiempos vividos en los 50 que dieron a un vasto sector de la sociedad la esperanza
de un mundo diferente para sus hijos, pero un mundo que ya perdía el sentido del nosotros que se había
conquistado y nos separaba del peronismo como ideología fundante de un futuro diferente para todos.
Así vacío de conciencia de pueblo llegué a los estudios universitarios donde conocí otros compañeros
tanto del interior como del Gran Buenos Aires (enorme conglomerado fruto del desarrollo industrial
de aquellas épocas).
Ahí conocí al CHE que me deslumbró por completo y después un grupo de compañeros católicos que trabajaban
en una Villa miseria del Bajo Flores donde fui y con ellos descubrí otro gran
personaje de la historia de la humanidad, JESÚS, un revolucionario de otros tiempos que me cautivó
por la “orga” que había fundado en este mundo…
De transitar el intento de varias carreras para cumplir con el sueño paterno terminé desistiendo
y me propuse entrar en esa “orga”, en esa iglesia fundada por el revolucionario de Nazaret.
Caí en el seminario de adultos de La Plata donde con 18 años tuve la gran “epifanía” de mi vida;
descubrí por un lado la tragedia del ser humano privado de su bien mayor como persona, su libertad
(trabajé en la cárcel de Olmos ese año); y por otro lado la propuesta de la liberación de los pueblos de
una iglesia en Medellín (actualización de los documentos del Concilio Vaticano II a Indoamérica) para
un pueblo hambriento de esperanza con un mundo mejor para todas y todos en esta vida.
No lo descubrí solo, éramos un grupo de unos 20 seminaristas convulsionados con el desafío
de Helder Cámara, arzobispo de Recife en Brasil, defensor de los derechos humanos y figura clave de
la Teología de la Liberación naciente en nuestra América del Sur. Él decía “cuando doy comida a los
pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”.
Esa iglesia platense que nos quería preparar como futuros curas no nos entendía en nuestro
gran desafío; queríamos ser como nuestro pueblo, queríamos trabajar como cualquier hijo de vecino,
ganarnos nuestro pan y no vivir del dudoso privilegio de una institución milenaria… queríamos formar
nuestras propias familias integradas a un pueblo luchando por su liberación, leíamos de arriba hacia
abajo la “Populorum Progressio”, encíclica papal que planteaba la necesidad de promover el desarrollo
de todos los pueblos del mundo, admirábamos las comunidades de base de los religiosos en el Brasil
donde la vieja iglesia se hacía pueblo compartiendo sus desdichas y esperanzas.
Queríamos cambiar el mundo desde adentro de una iglesia, desde un seminario que nos terminó planteando
que estábamos equivocados en nuestra vocación de curas y nos invitó a “retirarnos” amistosamente de sus claustros.
Un compañero, uno de los seminaristas de este grupo, Daniel Sánchez, nos llevó a Moreno, su
pueblo, a Daniel Cisneros y a mí a conocer a un curita del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer
Mundo, al padre Pepe, (por José “Pepe” Piguillem) con quien terminamos viviendo (previos acuerdos de
los obispos que nos incardinaban) para hacer nuestra vida de preparación sacerdotal en una Parroquia
que en ese año se iniciaba y tenía su sede en una casita al lado de la Capilla Santa María en Victorica y
Güemes.
Ahí comenzó una historia nueva para mí. Comencé a transitar un mundo hasta ese momento
desconocido, un abrir los ojos a una realidad fascinante y tremendamente dolorosa a la vez… la de nuestro pueblo
oprimido y marginado de toda posibilidad de ser parte del desarrollo social y económico, sólo reservado a los privilegiados.
Veinte barrios formaban la Parroquia de Moreno Norte recién fundada, barrios que se fueron
armando con las familias que venían de la erradicación de los milicos de las Villas miserias de Buenos
Aires. Un negocio infernal para las inmobiliarias del momento (Kanmar y Vinelli, creo, se llamaban)
que se aprovechaban de la esperanza de muchas personas de tener el propio terreno y la casa conservando
su trabajo (tierra, techo y trabajo… ¿te resulta familiar?).
Comencé a trabajar en la Cooperativa de Vivienda de Moreno como administrativo, y estudiaba
en el Colegio Máximo de los jesuitas en San Miguel una carrera recién iniciada desde la Universidad
del Salvador que era un “currículo sacerdotal” que unía filosofía y teología en el marco de los desafíos
de la naciente iglesia del Tercer Mundo en Argentina.
En el Colegio Máximo tomé contacto con compañeras y compañeros de diferentes órdenes
religiosas con los que compartíamos los mismos desafíos. Algunos de ellos ya integrados a las “comunidades de
base” y viviendo en barrios de la zona, todo un gesto revolucionario para la iglesia de ese
momento y en Moreno con “Jumo” ( Juventud de Moreno), una agrupación de más de 70 jóvenes que
Pepe había promovido en su estadía como cura auxiliar en la Parroquia del centro de Moreno; una
agrupación que se autogestionaba en su organización por grupos o comisiones que tenían diferentes
funciones y responsabilidades (grupos de biblioteca, cine debate, catequesis, etc.).
Comencé a tratar con muchos jóvenes con los que después íbamos a ser compañeros de militancia en los
barrios de la Parroquia; una extensión geográfica enorme donde fuimos llegando con equipos
de trabajo pastoral que se coordinaban desde la centralidad de la misma. Conocí la Comunidad Tierra
del Cruce Castelar, a vecinos de Moreno de diferentes orígenes y situación social, a Rolo Freyre nuestro
médico comunitario, a Lela Rodriguez, alma mater de todos los “jumoenses”, la familia Galeazzi y los
Calderón con muchos hijos, como también a viejos militantes del peronismo, el farmacéutico Terán y
otros que eran de los tantos asiduos visitantes de nuestra casa, o sea la casa de Pepe Piguillem. Vino
Pichi, (Codesido) el carpintero de la Comunidad Tierra, a vivir a Santa María con nosotros y más
tarde se sumó Guillermo, como un raro religioso contemplativo que se llamaba a sí mismo “el monje
de la cuneta” y finalmente la decisión de irnos de ese lugar que estaba al margen de la Parroquia para
adentrarnos en el corazón de la misma, en uno de sus barrios… alquilamos una casa, nos fuimos de
Santa María, la capilla de Victorica y pasamos a vivir en un lugar cercano al arroyo Las Catonas. Allí
comenzamos a tener otros gastos (alquiler, luz, gas e insumos para cinco), había que buscar mejor
trabajo y así apareció el trabajo en el Hospital de Moreno de la mano del bioquímico Juan Carlos
Demiseu que era el Director del Laboratorio del mismo y amigo de Pepe.
Simultáneamente a este nuevo comienzo es cuando se empezaron a armar los diferentes grupos
de trabajo en la Parroquia con jóvenes que provenían de Jumo y otros lugares, en La Perlita, en la
misma Victorica, en Mi Barrio, en Parque Paso del Rey…. en fin, un empezar a insertarnos en nuestro
territorio como Parroquia con nuestra gente.
Ese primer año fue una experiencia fuerte para mí, trabajaba más horas (de 7 de la mañana
hasta las 2 o 3 de la tarde en el Hospital) y además comencé a cursar el currículo sacerdotal en Devoto
(dependiente de la UCA) que se daba de noche (aquí conocí a Tello, Gera, y otros que por algo hoy no
tengo presentes sus nombres).
Al año siguiente nos mudamos a Madreselva, y te diría que aquí comenzó otra historia ya más
afincados en nuestra vida barrial. Pepe pudo tener su propio “telar” y un “lugarcito” para él, un porche
cerrado con lonas donde era difícil congeniar tanto con el frío como con el calor pero había sangre que
lo permitía; se armaron los grupos barriales; llegaron las compañeras de la Escuela de Acción Social
de Morón, se incorporan básicamente Ana María Gómez y Susy Farrell, se arma una estructura de
trabajo que era para mi modo de ver, genial, equipos autónomos trabajando social y religiosamente en
diferentes barrios, fundamentalmente, promoviendo la organización de los mismos (barrial, religiosa y
económica).
Estábamos en los finales de la dictadura de Lanusse, estábamos todos viviendo el retorno de
Perón como la gran esperanza de nuestra Patria, la del otro, tal como dice Cristina.
Sin darme cuenta ya había incorporado, o mejor dicho ya había sintetizado en Perón esos
ideales del Che y Jesús que me movieron en los 60 tal como te contaba al comienzo del relato.
El “ser peronista” pasó a ser la esencia de lo que después le puse nombre (militancia) pero que en ese
momento era la toma de conciencia de pertenecer, pertenecer a un conjunto, a un pueblo donde podía
ser feliz precisamente sólo como pueblo.
Ya llevaba ahí trabajando, creo, mi tercer año en el Hospital; ya me había insertado laboralmente
en el mismo con muy buena onda, dirían los pibes hoy.
Me conocían en el Hospital como el “padre Esteban” ya que los compañeros que trabajaban
en los barrios mandaban a nuestra gente preguntando así en la ventanilla del Laboratorio para que les
ayudara en sus trámites, facilitarles el calvario que era lograr que te atendieran mínimamente bien en
un establecimiento que carecía de muchísimos recursos, que tenía un personal de trabajo (enfermeras,
mucamas y técnicos) de muy buen corazón y con muchas ganas de que el Hospital funcione pero en el
que, sus superiores, diría la corporación médica en general (con honrosas excepciones claro) desde sus
clínicas privadas engrosaban sus arcas en detrimento del Hospital del pueblo.
Los turnos médicos eran un espanto. Una peripecia para obtener turnos en general en todos
los servicios (especialistas, rayos, laboratorio, cirugía, etc.). Para nuestro modo de ver era la “estrategia”
corporativa para que de este modo funcionaran los servicios privados y abusando de la debilidad del
enfermo y sus familiares, sacarles lo poco que tenían. Cuando finalmente quedaban sin nada, los mandaban
de vuelta al Hospital. Estos turnos eran de varios días para cada servicio y de colas interminables
frente al archivo donde había que pedirlos y eran para unos pocos pacientes por día.
Además, para evitar el “bono” que se debía pagar para atenderse en el Hospital, era obligatorio
tramitar un “certificado de pobreza”… así se llamaba… humillante, como pocas, esta diligencia había
que hacerla en la sede municipal pues el Hospital no tenía servicio de asistencia social.
Yo ya era delegado sindical y peleábamos más con el dirigente gremial del Municipio, un tal
Ortellado que con la patronal, o sea el Intendente. Luchábamos por la incorporación a planta de una
cantidad enorme de personal contratado, buscábamos mejor servicio pero carecíamos de insumos en
general y los propios pacientes aportaban con cosas básicas como algodón, alcohol, tela adhesiva y
demás.
El vínculo del trabajo parroquial con el trabajo en el Hospital fue importante ya que permitió
algunas mejoras, que como es de imaginar, resultaban totalmente insuficientes, porque eran muy pocos
los vecinos de los barrios que podíamos ayudar.
En esa época la juventud peronista era protagonista de un momento crucial en nuestra historia como pueblo,
se identificaba en diferentes agrupaciones como Guardia de Hierro, Montoneros,
Juventud Sindical y otras.
En ese momento la “gloriosa JP” nos conglomeraba a todas y todos, jóvenes laburantes sociales
de la Parroquia Santa María y nos movilizaba como pueblo en grandes eventos políticos, religiosos,
culturales (peregrinación a Luján, campamentos multitudinarios de jóvenes a nuestras provincias, el
retorno de Perón a la Argentina, etc.).
Recuerdo cómo el 17 de noviembre de 1972 hicimos nuestro primer trabajo conjunto con los
compañeros de la AOT de Moreno armando el equipo de sanidad que acompañó a las columnas que
fuimos a recibir al General en su vuelta a la Patria. Con nuestro pueblo y como militantes de una propuesta
de liberación nacional, activamente trabajamos en la campaña electoral que llevó al FREJULI al
triunfo con Cámpora y Solano Lima al gobierno y el general Perón al poder.
Así llegamos como trabajadores del Estado en Moreno a 1973, con las expectativas que compartíamos con todo
s los argentinos, la vuelta de Perón y el logro de nuestra ansiada liberación como pueblo.
Es en este contexto es que se dio la toma del Hospital, la necesidad de reivindicar el derecho a
la salud de todos nuestros barrios, como así también el derecho al trabajo digno en los servicios de salud
que le pertenecen a la comunidad.
Lo recuerdo como un proceso necesario, lo recuerdo como la recuperación de nuestra dignidad
como trabajadores de la salud, lo recuerdo como la mejora de un servicio expoliado por la actividad
privada, lo recuerdo como nuestros primeros pasos hacia una recuperación de nuestro querido Hospital
para el pueblo de Moreno.
No se hicieron más las inhumanas colas de la madrugada, no se sacaba turno para rayos, análisis
o especialidades, se mejoró la comida de los internos, se crearon guardias para que los servicios atendieran
las 24 horas, hubo calefacción en las salas generales, se implementó el voluntariado como práctica
solidaria en la política sanitaria…
Fue un período corto de reivindicación, de plasmar en hechos sueños que todas y todos teníamos dentro y
fuera del Hospital en los barrios que eran sus usuarios naturales; fue un período del
que quedaron logros que al día de hoy se pudieron plasmar en un nuevo Hospital con “otra” política
sanitaria y el mejoramiento de un servicio indispensable para toda la comunidad morenense.

Razones y objetivos de la toma
En mi recuerdo de Moreno, mi segunda Patria como lo llamo, asoma esa emoción que aún permanece en mi
vida de militante, el recuerdo del sentimiento profundo que anidábamos como pueblo.
Tengo aún presente la experiencia de vida que nos movió a tantos jóvenes en la búsqueda de esa respuesta a la
consigna de todos en nuestra querida Argentina de los años 70: “liberación o dependencia”
Ese sentirnos “nosotros” que nos hacía invencibles, audaces hasta desafiar un orden de años que
no sólo era el poder corporativo del Colegio Médico de Moreno en ese momento, sino que también, y
fundamentalmente, se trataba de desafiar el poder mismo de lo establecido como verdad en las desgastadas
democracias de occidente.
Desde nuestro origen como militantes cristianos, jóvenes peronistas impregnados de la fuerza
de la naciente Teología de la Liberación, comprometidos como “comunidades de base” (Medellín, actualización
del Concilio Vaticano II) y plenos de conciencia revolucionaria en la práctica permanente
del pensamiento crítico (Paulo Freire), muchos fuimos tomando diferentes caminos que nos conducían
a un mismo objetivo revolucionario: la Patria Socialista.
En Moreno por esos años el eje movimientista que nos aglutinaba a muchos, era la experiencia
como jóvenes de un peronismo revolucionario vivido desde las mismas bases como pueblo trabajador
y fundamentalmente a través del sindicalismo como forma organizada de nuestra lucha. La toma del
Hospital de Moreno, el Mariano y Luciano de la Vega, lo confirmaba al re bautizarlo con el nombre
del compañero JOSÉ SABINO NAVARRO, trabajador textil y metalúrgico, militante del peronismo
revolucionario caído en las luchas por la vuelta del General Perón en 1971 cuando sólo tenía 26 años.
Como delegado del Hospital al Sindicato de Trabajadores Municipales, como un trabajador más
del Establecimiento, me tocaba ver la peor cara de nuestro querido Hospital. El maltrato, la injusticia
institucionalizada del único servicio de salud público en una zona donde hacía eclosión la precariedad
de los barrios promovida por la erradicación de Villas miseria por la dictadura militar. Familias enteras
llegando a las 4 de la mañana para acampar a la vera del “archivo”, lugar donde se daban los turnos,
para conseguir unos pocos lugares donde deberían haber sido atendidos todos los que llegaban, cosa
absolutamente posible. A las 9 llegaba un médico que había dicho que sólo se dieran 5 números porque
estaba ocupado o tenía vaya a saber qué “otra actividad”, vaya a saber en qué otro lugar, (En ese tiempo
Moreno ya tenía 2 clínicas privadas).
El Hospital era un desastre. Una radiografía o un análisis requerían turnos con 10 a 15 días de
anticipación. La guardia era un lugar de amontonamiento y trampolín para los espacios privados por
falta de “lugar” y más tarde, después de dejar en aquellos todos sus ahorros, el lugar donde descartar sus
manoseados esqueletos.
Como trabajador de la salud recuerdo estar a diario entre la vida y la muerte; templarnos con
nuestros compañeros en una necesaria sensibilidad que en la mayoría de los casos se acorazaba en el
“maltrato”, la “indiferencia”, el dolor permanente de la injusticia en carne viva, ver el derecho mancillado de un pueblo que lucha por vivir a pesar de esas estructuras injustas que lo denigran en forma
permanente.
En ese ámbito se fue gestando nuestra participación en la Juventud Trabajadora Peronista,
unidos a los compañeros de la Asociación Obrera Textil del pueblo y a los militantes populares que
trabajaban formando organización en los barrios, generando una movida de hombres, mujeres, jóvenes
todos trabajadores que íbamos forjando la esperanza de recuperar desde y en el peronismo, una sociedad
más justa, una sociedad donde el poder estuviese repartido en sus bases auténticas como trabajadores
y como organizaciones barriales participando del “poder hacer” la Patria soñada que en ese momento
definíamos como socialista.
Así, en esta situación fue que se dio “la toma del Hospital de Moreno” por parte de sus trabajadores en
forma conjunta con las familias de los barrios (los potenciales y reales pacientes del Hospital) reunidos
en la explanada del mismo. En una verdadera Asamblea popular como expresión de participación
directa de nuestra gente junto a nosotros los laburantes (que éramos uno más de esos necesitados que se
movilizaron a la explanada); asumimos la responsabilidad de hacernos cargo de la conducción política
y profesional del servicio de salud.
Nombramos entre todos un nuevo Director, compañero militante del personal hospitalario
como así también reemplazamos la Dirección de Personal y la Supervisión de Enfermería con dos
compañeras que se hicieron cargo de los puestos centrales para la coordinación del trabajo interno y
claves para el funcionamiento de todo el servicio hospitalario.
Se formó una mesa de compañeros y compañeras, un espacio que si bien era inorgánico, se
constituyó como “la coordinación” de todo el trabajo a realizar en el Hospital y su área de influencia.
Participaban de esta coordinación, compañeros y compañeras de los sindicatos, representantes de los
barrios, médicos y profesionales de la planta del Hospital como así también de fuera del mismo; todos
“militantes comprometidos” con una salud al servicio del pueblo de Moreno y sus alrededores (muchas
personas de San Miguel se atendían en este dispensario).
Una experiencia inolvidable para quienes participamos de esta patriada, ya que en poco tiempo
todo el personal médico estaba cumpliendo horario y atendiendo sin necesidad de pedir turnos a todas
las personas que asistían al Hospital, habíamos derrotado el infierno de las interminables esperas que
tenían los pacientes.
El Laboratorio no sólo atendía día a día todos los pacientes que concurrían sino que además
se implementó un sistema de guardia permanente. Radiología, Farmacia, y otros servicios también
regularizaron su funcionamiento; se implementó el “voluntariado” para apoyar y ayudar al cuerpo de
enfermería como también el de mantenimiento (algunos de ellos hoy son médicos/as y otros enfermeros/as);
se pintó el edificio, lo que llevaba años sin hacerse, (trabajábamos ad honorem sábados y
domingos en forma conjunta con compañeros militantes del peronismo); se hizo la conexión de gas a la
red; muchas personas de la clase más pudiente de Moreno hacían donaciones individuales de material
sanitario (algodón, alcohol, gasas…); se logró en definitiva la puesta en marcha de un modelo de gestión
con resultados inesperados por nosotros mismos.
En ese marco nos planteamos luchar por la conducción del Sindicato Municipal ya que sentíamos que desde
esta experiencia del “poder hacer” entre todos podíamos promover un cambio a nivel
del Municipio con la participación del mundo del trabajo en una gestión de democracia directa, con la
participación de las organizaciones de nuestro pueblo. Llegamos a las elecciones y nuestra inexperiencia
en el mundo de la burocracia sindical hizo que perdiéramos por muy pocos votos,( 18 o 20) por la
participación inédita de “la corporación médica”, que demás está decir no aceptaba nuestro modo de
gestionar la salud participativamente.
Las disputas internas dentro de la conducción del movimiento peronista del momento; las
discrepancias con la conducción del peronismo y con nuestra máxima autoridad que era el General
Perón incidieron profundamente en nuestra actividad militante y desde nuestra propia práctica como
sector del trabajo al que pertenecíamos. Como militantes peronistas que éramos asumimos nuestro rol
de “lealtad” como juventud y accedimos a ceder “la toma del Hospital”, pedido explícito de nuestro
Líder a todas las organizaciones de base responsables de las mismas.
Lo que siguió es historia conocida. Con la desaparición del General Perón sufrimos la persecución en nuestras propias filas y por las tres A como preludio de la mayor masacre que sufriera el mundo
del trabajo organizado en nuestra Patria con el fatídico golpe del 24 de marzo de 1976.
Son muchas personas a las que recuerdo, muchos compañeros que participamos en esta experiencia inédita, revolucionaria por los valores que sostuvo en su práctica, fundamentalmente el ejercicio
del poder hacer, desde el mundo del trabajo sindical organizado. Fue breve y es seguramente el recuerdo
más fuerte que tengo de mi militancia peronista en aquellos agitados años. No dudo que por el nivel de
compromiso de todos nos marcó como conjunto y sobrevivimos “diezmados” para volver a renacer con
Néstor y Cristina en el resurgir del peronismo en este siglo XXI.

Testimonio de José Lombardía
José “Pepe” Lombardía, en aquel tiempo “Patilla”, ocupó distintos cargos en la Comisión
Directiva de la Asociación Obrera Textil Seccional Moreno, en aquel momento a cargo de Ricardo
Carmelo Gómez, afectuosamente “El Gordo” Gómez, su Secretario General.
Durante el breve período de la toma, o como prefiero decir: de la valiosa experiencia de Gestión
Social, “Pepe” Lombardía fue designado Secretario del Doctor Horacio Fleischman, Director del mismo,
labor que, como el resto de los compañeros, fue realizada sin retribución económica, ni limitación
de jornada.

La AOT en la toma del Hospital

En gran medida todo aquello fue posible a partir de la experiencia y características del “Gordo”
Gómez. Hasta la llegada del “Gordo” el sindicalismo de Moreno era más bien chato y apático, en
alguna medida porque las características de aquel Moreno tipo pueblo de campo lo hacían posible. La
presencia de Gómez y nuestro triunfo en las elecciones del Sindicato Textil provocaron todo un giro.
El “Gordo” proveniente de un lugar muy industrializado como San Martín y por lo tanto con fuerte
experiencia sindical, fue impulsor de un cambio. Desde nuestro triunfo en la AOT en 1968, pasamos a
adherimos a CGT de los Argentinos y eso fue muy importante respecto de la toma del Hospital
Nosotros como gremio teníamos muy buena relación con la juventud del cura “Pepe” y especialmente
con Esteban Gil. Esteban era delegado del gremio municipal en el Hospital, pero también muy
valorado y querido en otros sectores, sobre todo de los trabajadores municipales más postergados, y a
quien nunca lograron desplazar de ese lugar, aunque claro, fueron tantas y tan graves las infamias que
se dijeron de él, que ya antes del golpe de Estado, todo aquello le valió el exilio.
Yo no tengo dudas que Gómez y Esteban fueron dos piezas claves de aquella gestión y a pesar
de que a algunos de nosotros nos tocara desempeñar alguna función más específica, el “Gordo” Gómez
fue una figura central tanto en lo sindical como político en el distrito de Moreno.
La toma en sí misma fue un hecho pacífico, es más, ni siquiera hubo persona alguna que tratara
de impedirla. Se trataba de algo sabido… no fue algo realizado por sorpresa e incluso hubo negociaciones
para tratar de evitarla, pero el día de la toma no hubo confrontación alguna… ni siquiera el Director
del Hospital estaba en el lugar, pero según decía la gente, eso era absolutamente normal. Diría que no
hubo espacio ni condiciones para reprimir. Los policías que no eran pocos estaban mezclados entre la
gente en actitud más bien pasiva.
Nosotros, es decir “El Gordo” Gómez y los más allegados, arrancamos del Sindicato, pero hubo
otras columnas de apoyo. Hubo compañeros de la Juventud Peronista, de la Juventud Trabajadora
Peronista y Montoneros, pero también trabajadores de otros sectores de la Municipalidad, la juventud
del cura “Pepe” y cantidad de vecinos de los barrios.
En cuanto a las características del hecho, diría que fue lo típico de toda movilización… con
alegría y más parecido a una fiesta que cualquier otra cosa. Entusiasmo, cánticos y las consignas típicas,
pero nada que impidiera nuestro ingreso al Hospital, donde nos aguardaba Esteban Gil y los compañeros de
allí, enfermeras, camilleros, la gente de maestranza y una vez adentro del Hospital nada. En
algún momento comenzó a llegar más policía, como si hubieran pedido refuerzos, pero claro, también
hay que decir que la movilización fue apabullante. No me parece que hubiera sido posible oponerse a
tanta gente sin generar un desastre.
El único hecho violento fue del Sargento Iborra contra Esteban, pero ya hacia el final de la
tarde, cuando la movilización estaba menguando. Se corrió la voz de que Iborra lo había apuntado a
Esteban con la pistola y todos fuimos hacia allí, pero fue un instante. No había lugar para una cosa así.
A partir del día siguiente y durante esos cuatro meses, fue sólo trabajo y mucho lo que logramos.
No sólo se resolvió de inmediato todo el maltrato y las penurias que habían dado origen a la toma, sino
también muchas otras cosas.
Fueron sólo cuatro meses, pero muy lindos de verdad, con mucha alegría, mucho trabajo, satisfacción y
también duras las consecuencias.

La conexión de gas

Sucedió al día siguiente de la toma, o sea cuando estábamos recién tratando de comprender y
organizar lo que hasta ese momento se sabía sólo por Esteban y otras compañeras del Hospital. Entré
a buscar algo a un lugar y me encontré frente a una escena de alto voltaje erótico entre una señorita
joven del Hospital y un hombre de unos 50 años. Alguien que no trabajaba allí ni era municipal. El
impacto fue fuerte y sólo atiné a mirar la situación como para que no quedaran dudas que había visto
perfectamente, y luego salir del lugar sin decir una palabra, pero detrás de mí salió el hombre tratando
de acomodarse la ropa y repitiendo:
“Jefe, jefe, permítame que le explique jefe… permítame que le explique”…
La situación no era sencilla, pero por suerte no se cruzó nadie. El hombre parecía aterrado por
las posibles consecuencias… me pedía que no lo denuncie, le dije que se arreglara y que nos encontráramos
allí mismo en un rato. Ya más tranquilo y vestido, el hombre, me enteré que era proveedor
del Hospital y lo que más le preocupaba eran las consecuencias de un posible escándalo y para tratar
de evitarlo ofrecía lo que fuera. No fue necesaria una larga charla para advertir que era mucho lo que el
proveedor conocía sobre el funcionamiento del Hospital y en especial de “la fortuna”, según dijo, que
gastábamos en tubos de gas o Supergas, siendo que la red pasaba por allí. Sin embargo, reconozco que
me dio un poco de fastidio el cambio que se produjo en él, pues rápidamente pasó de ser un hombre
aterrado por lo que yo había visto, a alguien que además de saberla toda parecía ofrecer la posibilidad
de continuar con “el negocio de los tubos de supergas”.
Sé que le contesté mal, como muy duro, a raíz de lo cual me pidió que no me ofendiera y ofreció
conectar el gas de inmediato, pero todo parecía tan simple o lo hacía ver tan simple que tuve miedo que
me estuviera embarcando en algo “raro” y le pregunté de frente, pero la respuesta me sorprendió:
“Jefe… esto es un Hospital… ¿quiere que le cuente a cuántos por aquí le hicimos esta conexión?
“A mí no me cuente nada – le respondí en forma enérgica – pero para que este asunto quede aquí y no se entere
todo Moreno, mejor que la conexión sea inmediata…” y lo cité para el día siguiente.
Ese mismo día le informé a Fleischman y los compañeros y en la mañana siguiente me volví
a reunir con el “proveedor” en la Dirección, quien venía ya dispuesto a trabajar y pidió una serie de
materiales que compramos de inmediato. Así fue como poco después, creo que dos días o a lo sumo tres,
quedó conectado el gas, que efectivamente pasaba por la calle Nemesio Álvarez, o sea el contra frente
del Hospital, tal como el hombre había dicho.
Esta es la verdadera historia de la conexión de gas del Hospital. Así fue que el Hospital pasó a
tener gas natural. Primero en la cocina, donde efectivamente tuvimos una pequeña explosión al encender
un horno, un pequeño fogonazo porque los picos eran muy chicos y se acumuló algo de gas, pero
luego los cambiamos, o los cambió el mismo proveedor y a partir de allí no hubo más problemas. En
los días siguientes fuimos conectando el gas en la maternidad, las salas y demás dependencias.
El cambio fue enorme y rápido, además de costar poco y nada. Hay que tener presente la
importancia de la calefacción en esas salas enormes, tan altas y también que los propios pacientes, en
caso de quedar internados debían llevar sus propias mantas.
También me parece importante dejar constancia que la conexión del gas denunciada como un
grave ilícito de Montoneros, es la que luego siguió funcionando, el municipio realizó los trámites para
legalizar la conexión, y es probable que sea la que aun hoy continúa en servicio.

Maniobra de prensa

Sucedió una o dos semanas después de la toma y aunque recuerdo perfectamente los nombres,
voy a relatar sólo los hechos. Es indudable que se trataba de una “jugada armada” para dañar nuestra
gestión, pero quiso la suerte que estuviera justo a tiempo y en el lugar indicado para impedirla.
Era un periodista que yo conocía de un diario de Merlo y me llamó la atención verlo allí por la
tarde, de manera que me propuse averiguar para qué venía.
Periodista: Vengo a sacarme una radiografía, aquí traigo la orden pero me entero que no hay radiólogo.
Pepe: Permítame que enseguida lo arreglamos.
Inmediatamente fui al lugar donde dormían los médicos y grité fuerte: ¡Necesito urgente al
Doctor Fulano! Se pegaron todos un susto, pero salió el médico y sin explicarle nada lo llevé hasta donde había quedado el periodista, cerca pero a una distancia que no pudiera escuchar lo que hablábamos
y allí le pregunté por el radiólogo y me contestó que estaba lavando un auto.
¿Cómo lavando un auto? ¿Qué auto? ¿Quién lo mandó a lavar el auto en horas de trabajo? ¡Ya mismo voy a
pedir un sumario!
Todo esto yo lo dije en voz bien alta y pedí que urgentemente lo fueran a buscar. Para no hacer
muy largo el relato… el automóvil que estaba lavando era un Ami 8 del propio médico, de forma que 15
minutos después estaba el periodista con la radiografía en la mano, agradecido por la rápida atención.
Lo acompañé hasta la puerta y me puse a disposición frente a cualquier irregularidad. Obviamente
nunca pensé en iniciar sumario al radiólogo, a quien, al parecer, era habitual que le encomendaran esa
tarea.

Operación Santucho
Una de las tantas versiones que se hizo correr fue que durante nuestra gestión en el Hospital
estuvimos al servicio de “la guerrilla”. Como si en aquella época hubiera habido un fenómeno generalizado
de guerrilla y la toma del hospital hubiese estado de alguna forma ligada a la estrategia de brindar
apoyo sanitario a la “guerrilla”. Toda una fantasía.
Pero bueno, lo cierto es que en los primeros días del golpe de Estado – en esa época yo dormía en
Capital y venía por la mañana a la AOT – me llegó una citación para que me presentara en la Base – por
la Base de la VIII Brigada Aérea – y obviamente me hice presente donde fui largamente interrogado
por un oficial, que entre otras cosas parecía especialmente interesado en saber sobre la “operación de
Santucho”, por Roberto Mario Santucho, miembro de la Dirección del ERP y PRT. Yo sabía sobre la
versión de la operación de Roberto Santucho e incluso quiénes la habían echado a rodar, pero como
era todo tan falso y traído de los pelos siempre lo tomamos como una humorada y justamente por esa
faceta de broma, me costaba decir la verdad, lo que todos sabíamos sobre el tema. Tenía miedo de que
el milico pensara que me estaba riendo de él porque era todo demasiado absurdo, pero en determinado
momento no me dejó más salida y tuve que hacerlo.
Hasta donde yo sé – le dije – el asunto es así… En ese tiempo había una cantidad de voluntarios
en el Hospital y entre ellos un muchacho, un albañil o peón de albañil, un pibe de barrio que hizo unos
arreglos y en uno de ellos, sobre el cemento fresco escribió Santucho y la fecha… pero “Santucho” era él,
así le decían, ése era su apodo. De lo que estoy seguro es que el pibe no debía tener mucha idea sobre
Santucho… a lo sumo sabría que se trataba de alguien con fama, que salía en los diarios y sentiría cierto
orgullo de que lo llamaran así, pero no mucho más que eso. Ésa es la verdad oficial – le dije – ése es el
único asidero de esa denuncia.
Cuando terminé de hablar, el milico me quedó mirando en silencio, me pidió que le explicara en
qué lugar exactamente estaba la inscripción, para lo cual hice un dibujo y de golpe, sin decir una palabra
tomó el croquis y salió de la oficina dejando una pistola sobre el escritorio. En realidad una cartuchera
de cuero con una pistola dentro. Se fue como si se la hubiera olvidado y allí me quedé solo, pensando
que era todo una trampa… con la pistola frente a mí, y al alcance de la mano… y creo que eso fue lo que
me salvó, porque pensé que era todo parte de una trampa…y que por algún lugar me estaban espiando…
esperando que hiciera algo. Decidí quedarme absolutamente quieto, petrificado, concentrado en
la pistola y así estuve muchísimo tiempo solo, sin que entrara ni saliera nadie y pensando que era todo
una trampa.
Cada vez más convencido que era una trampa, que la pistola estaba allí para que yo intentara
algo, que incluso debería estar sin balas y que era observado por algún pequeño agujerito o alguna
rendija. No sé cuánto tardó el milico en volver, seguramente más de una hora, pero durante todo ese
tiempo me mantuve lo más inmóvil posible, concentrado para no caer en la trampa sin hacer el menor
movimiento hasta que finalmente regresó. Entró tan intempestivamente como se había ido y me dijo
como medio enojado o molesto por algo:
“Se puede ir”.
Después, bastante tiempo después, me enteré que el milico había enviado a verificar si lo de la
inscripción era cierto y que por eso la espera había sido tan larga… por suerte durante todo ese tiempo,
lo único que tenía claro, era que no me tenía que mover. Creo que de haber sabido que había enviado a
verificar lo de la inscripción en el cemento, lo más barato hubiera sido un infarto porque la toma había
sido en el ´73 y de eso habían pasado tres años, ¿cómo saber si la inscripción de Santucho estaba todavía
allí? Dicho ahora parece un chiste, pero en ese momento…
Después, con los años, cada vez que fui al Hospital, porque además allí trabajaba mi hermano
Manuel y mi sobrino “Quique” pasé a visitar la firma de Santucho sobre el cemento que por mucho
tiempo permaneció en el lugar, pero sobre la supuesta operación y leyenda de Roberto Mario Santucho
en el hospital de Moreno, las versiones nunca dejaron de existir.

Mejoras y voluntariado

Se hicieron una cantidad de cosas, pero a esta altura de la vida y luego de tantos años lo más
probable que buena parte de ellas y quienes las hicieron posible ya no estén en mi memoria, pero bueno,
entre ellas recuerdo un convenio con una cátedra de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires
mediante el cual se realizó todo un relevamiento del Hospital. En aquel momento el Hospital estaba
conformado por una cantidad de salas o pabellones muy desintegrados, es decir edificios sin conexión.
Según los compañeros de la Universidad, un criterio muy anticuado, propusieron dar pasos para integrar
esos espacios. Esto sí lo tengo muy presente porque durante años guardé lo mejor posible esos planos en
mi casa con la esperanza de poder continuar o al menos que no se perdiera tanto esfuerzo porque fue
un trabajo enorme, realizado por una cantidad de docentes y estudiantes… eran tres tubos de plástico
con varios planos enrollados en cada uno… pero después del interrogatorio en la Base (por la Base de
la VIII Brigada Aérea) no me quedó alternativa y me deshice de ellos… los quemé (dice con cierto
pudor). Pero la verdad es que la toma del Hospital fue muy desfigurada, deformada. Lo que se dijo
hacía pensar en un asalto, se habló de armas como si se tratara de un copamiento de película, pero en
realidad es que no hubo nada de eso. Hubo sí muchísima gente y una gran columna de Montoneros.
Sobre Montoneros también creo que hay cosas que aclarar, porque se habla como si hubiera
sido exclusivamente una organización militar, sin embargo fue mucho más que eso, fue una gran referencia
política, una organización de masas. Y respecto de la toma, de no contar con ese apoyo todo
hubiera sido más riesgoso porque la toma no fue un hecho clandestino ni una emboscada realizada por
sorpresa. Así como la JP (la Juventud Peronista), la JTP (la Juventud Trabajadora Peronista) y gente
de los barrios apoyó la toma, el Sindicato Municipal, “la burocracia sindical” como se decía en aquel
tiempo, el C de O (Comando de Organización) y la derecha peronista se oponían… en ese sentido el
apoyo de Montoneros y la AOT (Asociación Obrera Textil) de Moreno fue decisivo por el enorme
respeto que la sola mención infundía. En la toma no hubo resistencia real o actitud de confrontación.
Como resistencia se podría mencionar el planteo de los médicos de evacuar el Hospital y renunciar en
masa, pero eso finalmente no sucedió. Me doy cuenta que muchas de las cosas que hoy, a tantos años de
los hechos pueden resultar incomprensibles, pero así fue. Nosotros nunca llegamos a conocer o siquiera
ver a Bidegain, pero en La Plata nos atendía directamente Gloria Bidegain, la hija del Gobernador que
si mal no recuerdo ocupaba la Secretaría General de la Gobernación. Es más, uno decía “el Ministerio
de Salud” pero creo que ninguno de nosotros sabía quién era el Ministro o al menos yo no sabía. Era
Floreal Ferrara… y lo llegué a conocer recién en tiempos de la renovación, 87, 88 cuando Luis fue
Ministro de Cafiero, tal vez a partir de eso se hace más fácil entender… En los 70 Floreal no era una
excepción, así eran las cosas, no hacía falta conocerlo para saber de su compromiso. La necesidad de
hacer justicia, ser y sentirse útil no pasaba ni por asomo por un cargo, sino por lograr mejoras concretas
en los hechos.
Lo que puedo decir y asegurar es que la toma no fue un hecho violento. No hubo gente
corriendo, no fue un copamiento, no hubo gritos y tampoco resistencia. No hubo nada de eso. Es cierto
que hubo mucha gente y que Esteban Gil tenía un brazalete de la JTP ( Juventud Trabajador Peronista),
pero lo que es absolutamente falso es que haya sido una toma con armas. Es posible que haya amedrentado
la cantidad de gente, pero eran todos compañeros del Hospital, del Corralón Municipal, de la
AOT (Asociación Obrera Textil) y gente de los barrios del Cura Pepe Piguillem, es decir, relacionada
con Esteban Gil, pero no hubo militancia armada. Lo que sí hubo fueron armas por la amenaza de
un grupo de la derecha peronista y la información de que podía haber problemas con ellos, pero ni las
armas estuvieron nunca a la vista, ni eran para repartir, ni tampoco fueron muchas. Sin embargo hubo
muchos interesados e intereses orientados a hacer de la toma un hecho vandálico, una batalla campal
que jamás existió, robo de gas, atención de heridos, atropellos, prepotencia y acciones de ese tipo.
Nuestra gestión en el Hospital fue muy corta, tres o cuatro meses. Después de la muerte de
Rucci nosotros nos distanciamos de la conducción nacional de Montoneros y formamos “Lealtad”.
Por supuesto que Rucci no representaba nuestra idea de sindicalismo, pero tampoco aceptamos ese
modo de actuar ni estábamos dispuestos a enfrentar a Perón. Cuando Perón llamó a deponer las tomas
nosotros accedimos a eso, pero a pesar del corto tiempo fue mucho lo que se hizo.
Recuerdo que con ayuda de compañeros del Obrador Municipal y donación de repuestos logramos rehabilitar
una vieja ambulancia con motor V8 que estaba fuera de funcionamiento y con ella
comenzamos a traer medicamentos e insumos de La Plata. Todos los viajes los hice yo para asegurar
que los insumos no se “perdieran” en el camino y allí también colaboró mucho Gloria Bidegain. Fue
importante terminar con la “pérdida” de placas, instrumental, medicamentos, algodón, gasa. De golpe
empezó a haber de todo e incluso mejoró mucho la comida.
Otra dos cosas importantes fueron los voluntarios y la Escuela de Enfermería. Los voluntarios,
porque con muy poco dinero, el costo de ida y vuelta del pasaje y la comida en el mismo Hospital nos
permitió, por un lado, lograr mano de obra para resolver problemas de mantenimiento, construcción y
demás, al mismo tiempo que hacer más accesible el Hospital a la gente de los barrios y también canalizar
algunas vocaciones. En el caso de la Escuela de Enfermería, también conectada con los voluntarios,
fue de un gran valor. Con los años, ya en el tiempo de la gestión de Coco Lombardi, durante la cual me
desempeñé en la Secretaría Privada, me encontré con chicos que se habían iniciado en aquella etapa,
llegaron a recibirse y continuaban trabajando en el Hospital.

Reconocimiento

Fue corto el tiempo pero mucho lo que se logró, aunque si debiera destacar algo entre todo lo
valioso, creo que fue terminar con las vergonzosas colas desde la noche anterior o de la madrugada de
gente muy pobre para conseguir un número. Mucha colaboración, mucha gente buena y mucho que
agradecer y lamentablemente muy graves también las consecuencias. El exilio de Esteban, la detención
de Horacio Fleischman y el secuestro de otros compañeros y compañeras del grupo del cura “Pepe” que
si bien no se pueden adjudicar en forma directa a la “toma del Hospital”, no hay duda que eso incidió
muy fuerte. En ese sentido, lo del Hospital fue utilizado de la forma más perversa posible, durante
muchos años.
A esta distancia me cuesta mucho recordar todo y a todos, pero sería ingrato terminar sin reiterar el
reconocimiento a los compañeros de la AOT, que durante todo ese tiempo vivieron la necesidades
y problemas del Hospital como propios y hubo siempre la mejor disposición para brindar una mano o
lo que hiciera falta.
De los compañeros del Hospital, obviamente valorar lo mucho que hizo Esteban Gil, a quien
no tuvimos duda en apoyar como candidato a Secretario General del gremio municipal, elecciones que
perdimos por muy poquitos votos y donde todos los médicos del Hospital, que jamás habían votado en
las elecciones sindicales, concurrieron a favor de Raúl Ortellado.
Reconocimiento y gratitud muy especial a Bety de la Mano, a la Directora de Personal y la
Supervisora de Enfermería, dos compañeras de las cuales lamentablemente no recuerdo sus nombres e
hicieron un trabajo enorme. Al querido compañero Roberto Liguori, que hizo un trabajo excepcional.
De antigua militancia gremial ferroviaria, Liguori, a quien designamos administrador, cuidó de los intereses
del Hospital como difícilmente alguien lo vuelva a hacer. Agradecimiento a Ramón Minguila y
los compañeros de “La cueva de Juan Domingo”, un boliche que se encontraba justo frente al Hospital.
Sé que me estoy olvidando de otras muchas y muchos compañeros… Mi memoria ya no es la
misma. Este trabajo habría que haberlo hecho hace mucho, pero más vale tarde que nunca. Agradezco
también que haya llegado el tiempo contar esta historia. Era muy triste pensar que todo aquel esfuerzo
quedase en nada.

Testimonio de Oscar Esperanza
Oscar Esperanza, Abogado, Licenciado en Historia Universidad Nacional de Luján – Docente
de la Universidad Nacional de Moreno.
Breve tramo de su tesis de 2011 “Iglesia Católica y Posconcilio” sobre el Movimiento de
Sacerdotes para el Tercer Mundo y la pastoral juvenil de la ciudad de Moreno
Rumores inexactos y mal intencionados habrían tenido su origen en los sectores más reaccionarios de
la sociedad morenense, algunos de cuyos miembros, ya ocurrido el golpe de Estado de marzo
de 1976, se encargaron de señalar e identificar a personas vinculadas a la comunidad del Padre Pepe.
Es también por esa época que, en la pared del frente de la casa de un conocido y veterano dirigente
del partido Comunista ( Jorge Lascalea) pintaban una amenazante inscripción: “A cada zurdo le llega
su Trelew”, aludiendo al asesinato de dieciséis guerrilleros en la Base Naval Almirante Zar de Trelew,
perpetrado por oficiales y suboficiales de la Marina de Guerra el 22 de agosto de 1972.
Ya habían pasado más de quince años de la toma del Hospital, cuando sostuve una charla informal con
“Doña Lady”, vecina del centro de Moreno que sigue repitiendo con vehemencia que “… en
la Parroquia del cura Pepe (Santa María), eran todos peronistas y montoneros”, en realidad, ella nunca
fue feligresa de dicha Capilla, pero su hijo, joven por aquellos años, sí participó brevemente de algunas
actividades realizadas en la Capilla Santa María, pero pronto se alejó por el rechazo que le produjo la
militancia peronista de muchos de los jóvenes de la comunidad parroquial, no obstante los dichos de su
madre, rechazó como infundadas las versiones acerca de los jóvenes que él conoció y la relación con la
guerrilla montonera. Charla informal con “Doña Lady” y su hijo Roberto.
Roque Sabatella, concejal radical de Moreno por aquellos años, recuerda haberse presentado al
Hospital al enterarse de la “toma”, lo encuadra como un episodio violento, y sostiene haber tenido una
discusión con un joven, hasta que un colaborador que lo había acompañado le advirtió que diera por
terminada la cuestión: “¿Vos sabés con quién estás discutiendo?… con Santucho. Durante la entrevista
Sabatella se expresó en forma descalificante e injuriosa sobre el “tercermundismo” y la pastoral juvenil
del Padre Piguillem. (Entrevista a Roque Sabatella, 20 de julio de 2006).
Enfrentar a Perón
El asesinato de José Ignacio Rucci, fue inmediata y duramente cuestionado por la mayor parte
del peronismo.
Tengo aún presente mi sentimiento al momento de enterarme e incluso la disidencia en ese
momento con un compañero vinculado a Montoneros, y también recuerdo que pocos días después de
esa conversación informal sobre un colectivo, ese mismo compañero había modificado diametralmente
su actitud. Sucede que la gran mayoría de quienes adheríamos a “La Tendencia” teníamos fuertes críticas
respecto del modelo sindical que representaba el líder metalúrgico, pero aun así vimos en el hecho un
grave error de la conducción de la organización, que dicho sea de paso, le habría de generar un altísimo
costo y poco más adelante, la fractura.
“Yo voy a hacer el mismo camino que hice reclutando gente – dijo el cura Jorge Galli – para decir que
esto fue una traición”
“Jorge, vos sabés que eso no se puede hacer” – fue la respuesta de la conducción.
Jorge, que pertenecía a cierto nivel de conducción, estaba informado de la proximidad de un
hecho, aunque nunca llegó a imaginar que la víctima podía llegar a ser Rucci y efectivamente llevó a
cabo la acción de recorrer el largo camino de construcción que había realizado, pero en esta oportunidad
promoviendo la disidencia, aun teniendo claras las posibles consecuencias y advertencias.
El debate, impulsado simultáneamente por otros compañeros, corrió como reguero de pólvora y
Moreno, la seccional local del Sindicato Textil desde un primer momento cuestionada por “anárquica”,
por cierta tendencia a la rebeldía desde una posición peronista de base, mejor representada por Sabino
Navarro, se sumó abiertamente a la disidencia.

Testimonio de Ricardo Lolo Gómez

Ricardo Gómez “Lolo”, hijo de Ricardo Carmelo e Iris, en aquel tiempo militante de la Juventud
Peronista. Ex diputado provincial y nacional.
Yo tenía veinte años, era quizá el más joven de los presentes y recuerdo bastante bien aquella reunión
de la separación de Montoneros. Fue un sábado por la mañana en la AOT de Moreno, durante el
mes de febrero de 1974. Aunque la muerte de Rucci fue sin duda el detonante central de la divergencia,
se sumaba a ello la disconformidad respecto del “mamotreto”, un muy extenso documento en el cual se
hacían una serie de consideraciones que entendíamos peyorativas de Perón y el peronismo. Hasta ese
sábado nos considerábamos disidentes de la conducción, pero allí se tomó la decisión de formalizar la
separación y la publicación de una solicitada firmada como “Montoneros soldados de Perón”. Recuerdo
la conferencia de prensa presidida por un afiche de Sabino Navarro y la decisión de formalizar allí la JP
Lealtad y muchos medios publican “la conducción de Montoneros es Perón”.
En esa reunión y de Moreno estaba toda mi familia encabezada por “El Gordo”, Iris y entre
otros compañeros Buby Busico, el “Colorado” Ascar, “Chacho” Veliz y “Patilla” o sea “Pepe” Lombardía.
De la Columna Oeste estaba quien hasta ese momento era la conducción, el “Negro” Daniel, estaba
“Germán” o el “Corre Caminos”, de Morón Silvia y creo que Duque, de Matanza “Paco”, el “Gordo
Tito” y el “Largo”, de Tres de Febrero el “Vizcachón” y “Tina”, de Merlo Miguelito, “Cacho” de Merlo
y Andrés. De zona Sur “el Chiva” Carrari, de zona Norte pero que venía del Sur “el Pato” Galmarini, el
“Gato” Duclos. Por el interior estaba el cura Galli que venía de juntar las regionales del interior. De la
JUP algunos que ahora no recuerdo. Arriba del techo del sindicato el “Gordo” (Gómez) había dispuesto
un esquema de seguridad. Seguro, estoy siendo injusto con algún compañero olvidando de nombrarlo.
Pero, la memoria a veces flaquea.

 

La Parroquia – El Sindicato – La Comunidad – El Cens 49

Aunque fuimos varios los compañeros de La Parroquia que compartimos también trabajo y
militancia en El Sindicato, La Comunidad y El Cens 49, estos cuatro fueron organismos independientes
con funciones propias. Dicho así y a tantos años de distancia, parece una verdad de Perogrullo, sin
embargo en aquel tiempo llevaban a imaginar o pretender instalar la idea de que eran de algún modo
distintas facetas de un mismo accionar subversivo.
Luis “Pichi” Codesido, Enrique “Queto” Brunati y yo, por ejemplo, de vínculo y militancia
social en La Parroquia, trabajábamos en la Escuela Técnica de La Comunidad. En tanto que Marta
Marzoratti, Alejandro Micieli, Aldo Ameijeiras y Graciela Riglos, entre otros, también miembros de
La Parroquia integraron la nómina docente del Cens 49, creado y dirigido por “Lela” Rodríguez, en
base a un convenio con el Sindicato textil. En síntesis, esa participación simultánea en más de uno de
esos ámbitos termina siendo utilizada para edificar la idea de cuatro fachadas de una misma estrategia
subversiva y a la toma del Hospital al servicio de la misma.
Para las FF.AA. y los servicios de “inteligencia” ya a esa altura de los acontecimientos fuertemente adoctrinados
por la Escuela de las Américas, la clave es decididamente el “enemigo interno” y
todo tiende a ser mirado desde esa óptica y se actúa en consecuencia. Si bien no es posible adjudicar
exclusivamente a la toma del Hospital la represalia y persecución local que surge tras el fallecimiento
del viejo líder, tampoco caben dudas de que inciden de manera notable.
Es así que se producen los secuestros de Alejandro Micieli, Aldo Ameijeiras, Pepito García y
Susana, la citación de “Lela” Rodriguez para prestar declaración en la Base de Aeronáutica, así como
también Pepe Lombardía, en tanto que frente al incremento del riesgo, varios compañeros deciden
tomar el camino del exilio interno, como sucede con Lela Rodriguez y Esteban Gil entre otros.
Luego se producirán los secuestros de Raúl Morelos compañero de La Parroquia vinculado a
Guardia de Hierro y el ex integrante de la Comunidad Tierra “Rolo” Freyre, para ese tiempo con consultorio
en el “Cruce Castelar” e importante actividad barrial, el allanamiento de la vivienda del sacerdote
“Pepe” Piguillem, a quien la jerarquía facilita su exilio en Roma, el allanamiento a la Comunidad Tierra,
otros domicilios entre los cuales se encuentra la casa de nuestro padres, en Villa Zapiola, al tiempo que
recrudece la demonización de la toma del Hospital.

 

La toma en la post dictadura

Luego de la dictadura ya nada fue igual. No fue sencillo el restablecimiento de la militancia
política y mucho menos con la orientación que había tenido. Se advertía una fuerte reticencia de los
compañeros a participar, y en el ámbito específico de lo que habían sido las comunidades eclesiales
de base y el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, la Teología de la Liberación o los
curas obreros, fueron contados los casos de quienes volvieron a abrirle espacio a la política concreta.
Respecto del proceso de “normalización institucional”, llamado a elecciones, restablecimiento de la
actividad sindical, etc., se dan en el caso de Moreno en un marco de fuerte control militar, organismos
de seguridad e “inteligencia” y en lo referente a nuestra participación2
en la normalización del Partido
Justicialista, el peso de la toma del hospital se tornó mucho más denso, coincidiendo en considerarlo
como el verdadero “pecado capital” de “la otra etapa”3
. En el PJ de la post dictadura, “la otra etapa” era
sinónimo de pecado, clandestinidad, subversión. Por muchos años para decir Montoneros decíamos
“la M” y el tema de los desaparecidos estaba casi vedado. De hecho, para quienes veníamos de “La
Tendencia” no nos fue sencillo el vínculo con el Partido Justicialista.

Citación
En los últimos días de la dictadura fui citado formalmente a la base. La “invitación” me preocupó.
Si bien se trataba de los últimos días del “proceso”, la nota fijando fecha y horario en que debía presentarme,
era perentoria y me otorgaba cuarenta y ocho horas de plazo, de modo que luego de informar a
los más cercanos del hecho, hacia allá marché. En ese tiempo nosotros teníamos un Peugeot 404 que al

2 La referencia a “nuestro espacio” se encuentra directamente relacionada con la estrategia imaginada y puesta en marcha
por “Pepe” Lombardía en la primavera de 1981, o sea la organización inicial del
” (el propio Lombardía, Jorge Gabin, Miguel González, Guillermo Micieli, a la cual yo me sumé en septiembre de ese
mismo año), que derivó luego del levantamiento de la veda política en la “Mesa Política y Gremial Teniente General Juan
Domingo Perón”, tema desarrollado en “Los Rebeldes”, o sea otro capítulo de estas “Crónicas Demoradas”.
3 “La otra etapa”, era en tiempos de la dictadura e incluso por bastante tiempo más ya en democracia la forma de hacer
referencia al tiempo que culmina con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.

 

llegar a la “base” debí dejar en un lugar que se me indicó luego de pedirme la nota de convocatoria y a
partir de allí fui escoltado hasta lo que imagino que era la guardia. Un banco de madera ubicado en una
galería donde se me indicó aguardar. La espera se hizo interminable, pero la verdad es que no me sentí
con derecho, conveniencia ni posibilidad de ningún reclamo, hasta que finalmente fui escoltado hasta
una oficina en la cual me atendió un oficial con uniforme de fajina.
Fue lo que podría definir como un interrogatorio formal, seco, adusto, de escritorio por medio
con mi silla algo distante y las preguntas comenzaron siendo muy generales relacionadas a mi vínculo
con la parroquia, el Sindicato Textil y la Comunidad Tierra, aunque no daba la impresión de ser ese el
verdadero motivo de interés, hasta la llegada de una pregunta concreta:
¿Cuál es su relación con Carlos Auyero y Augusto Conte Mac Donell?
El militar muy poco mayor que yo, sólo mencionó los apellidos y en el caso de Conte dijo
Mac Donall. Mi respuesta fue muy simple y directa, ya que en ese momento ni siquiera los conocía
personalmente, aunque sí sabía de quienes se trataba.
Lo próximo relevante de esa “entrevista” fue una perorata sobre la conveniencia de no meterse
en problemas, ni malas compañías.
Toda la “charla”, más del hombre local que mía no llegó a extenderse por más de media hora, a
pesar de lo cual terminé siendo escoltado hasta el lugar en que había dejado el vehículo cerca de medio
día. O sea, tres horas desde las 9 horas en que fui citado.
Poder transitorio Vs Poder permanente
Un dato para nada menor es que para el momento de citación a la base yo ya era Diputado
Provincial electo y me encontraba a escasos días de prestar juramento en el cargo, tema absolutamente
ausente durante toda la “entrevista”.
Salí de de la VII Brigada Aérea de Moreno, pensando en cuál podría ser mi relación con Carlos
Auyero y Augusto Conte, a quienes repito ni siquiera conocía, aunque luego, con los años llegué a tener
muy buena relación con ambos. Llegué a la conclusión de que la única relación posible era Eduardo
Galleazzi a quien sí conocía y había tratado a través de la parroquia de “Pepe” Piguillem.
La otra cuestión que me llevó a pensar aquella citación, fue en cómo se sentían los militares, al
menos en aquel momento y cómo nos veían a nosotros. Para mí fue obvio que se percibían a sí mismos
como miembros de un poder permanente y veían al ámbito político y sus representantes como algo
mucho más efímero y transitorio, en tanto que el tema derechos humanos tenía aroma a delito.
Versión de los servicios de inteligencia
Fue el corresponsal en La Plata de un periódico nacional el primero en hacerme saber en los
albores de la democracia, acerca de un rumor:
“Dicen que vos entraste a punta de pistola en el hospital de Moreno… que fue una acción subversiva
muy violenta… que los hospitales se respetan hasta en las guerras… ”
Por supuesto que las versiones me sorprendieron. Si bien era cierto que, como tantos otros
jóvenes yo había participado en la toma del Hospital, ni la toma había sido a punta de pistola, ni el
mío un rol protagónico como el que pretendía adjudicarme aquella versión, de modo que comenté
someramente el suceso pues esto se dio en una charla coloquial en un bar de La Plata y el tema no
dio para más, al menos en esa ocasión, aunque con el correr de los años y de tanto en tanto, la toma
del Hospital volvía a aparecer en mi “legajo” y siempre vinculado a las distintas responsabilidades o
peldaños en la cosa pública. Supuse que aquel rumor respecto de la toma del Hospital, con el tiempo
se habría de diluir, sin embargo de tanto en tanto y sobre todo con cada desafío nuevo, la versión
regresaba sumando algún nuevo dato, para incorporar más importancia en el marco de “la teoría de los
dos demonios”, como el calibre del arma que supuestamente portaba, un estandarte de Montoneros,
una “fotografía probatoria” ; todo aquello y por primera vez la información de que se trataba, provenía
de los servicios de inteligencia, frente a lo cual nada pude hacer porque continuó siendo anónima, sin
el nombre de alguien que se hiciese cargo, de modo que terminé acostumbrándome. Podría decir que
me habitué a ser mirado bajo esa sospecha.
Así pasaron los años, muchos años, hasta que ya fuera de la función pública y cuando menos lo
esperaba, un alto funcionario de la Plana Mayor de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, certificó
la existencia de la falsa versión ante un amplio panel, del cual yo era uno de los participantes, en el
curso de un programa de radio:
“A usted (Brunati) lo teníamos fotografiado envuelto en una bandera con una pistola nueve milímetros participando en la toma del Hospital de Moreno…”
La acusación pública me conmovió tanto que apenas terminado el programa radial solicité
formalmente la grabación a la emisora que acompaño a continuación:

Audio del progrma “LA TARDE” radio Mitre4

https://soundcloud.com/luis-brunati/radio-mitre

4 En particular se habla sobre los hechos de la toma del Hospital a partir del minuto 57:00.

A modo de cierre

Las dictaduras y el neoliberalismo: objetivos y consecuencias en el área social.
En la actualidad se encuentra absolutamente demostrado y documentado, que los objetivos de
todas las dictaduras en nuestro país y la región, estuvieron siempre ligados al resguardo y supremacía de
los intereses de los EE.UU., con el consiguiente perjuicio a la soberanía y doloroso costo para nuestros
pueblos. Un simple abordaje geopolítico – económico demuestra más allá de toda duda las sistemáticas
causas de fondo que dieron origen al fuerte deterioro del sistema de salud pública en el conurbano bonaerense
y las provincias, certificando también desde ese punto de vista, la validez y consistencia de los
testimonios reunidos en este trabajo, los graves padecimientos de los sectores sociales más postergados,
para convertirse en incuestionable respaldo ético y moral de la demanda social de 1973.
Explosión demográfica
La “erradicación de villas de emergencia”, que se lleva adelante a lo largo de todas las dictaduras y aún en
breves períodos pseudo democráticos posteriores a 1955 con distintos nombres, tiene
antecedentes. La histórica supremacía de Buenos Aires, la Constitución de 1826, el fomento de la
inmigración en detrimento de los pueblos originarios, la “Campaña del Desierto” y la dura crítica al
gobierno de Perón se pueden mencionar entre ellos.
Desde las “viviendas medio caño” de Álvaro Alsogaray, los núcleos habitacionales transitorios
(NHT) de Juan Carlos Onganía, la Ley 17605, hasta las topadoras y camiones volcadores de Cacciatore,
todo fue válido para esconder la pobreza arrojando familias enteras al conurbano, con escaso o ningún
servicio, autorizando el fraccionamiento indiscriminado de tierras, los negocios inmobiliarios y el grave
deterioro ambiental.
Ver: “Prohibido vivir aquí” Eduardo Blaustein, https://g.co/kgs/UUBKnm
Ver: Análisis crítico del “Plan de erradicación de villas de emergencia de la Capital Federal y del Gran
Buenos Aires”. Piccini, Paulina https://www.aacademica.org/000-015/618.pdf
Descentralización y privatización del sistema de salud
Contrariamente a lo operado entre 1946 y 1955 con fuerte intervención, planificación e inversión estatal,
en la “Revolución Libertadora” se inicia lo que da en llamarse “descentralización sanitaria”.
A raíz de recomendaciones y tendencias internacionales da comienzo allí la trasferencia de la planificación
sanitaria y hospitales a las provincias, pero sin recursos presupuestarios adecuados lo que se traduce
en un progresivo deterioro de la salud pública, para transformarse con numerosos vaivenes en el primer
intento privatizador del sistema de salud.
A comienzo de 1970 el gobierno militar dicta la Ley 18.610 que crea el “Instituto Nacional de
Obras Sociales”, disponiendo la afiliación obligatoria de todos los trabajadores en relación de dependencia
que desalienta aún más al sistema público de salud y favorece la contratación directa de servicios
del sistema privado, dando origen a una fenomenal transferencia de recursos, favoreciendo con mejores
servicios a los sectores de mayores ingresos y el nacimiento de los primeros sistemas de salud prepagos,
para convertir al sistema privado de salud, especialidades, alta complejidad y medicamentos en una de
las actividades económicas de máxima rentabilidad de Argentina.
Ver: Tesis de María Florencia Demarche Lic. En Sociología : Descentralización Hospitalaria.
Logros y desencantos de una política social. 2004
Ver: Los orígenes Institucionales de la Salud Pública en Argentina. Juan Carlos Veronelli.
Magalí Veronelli Correch. 2004 OPS
Ver: La Salud en la Argentina: Alianzas y Conflictos en la Construcción de un Sistema Injusto.1
Mario Rovere*
Lejos de lo instalado, la toma del Hospital no sólo no constituyó un hecho delictivo, sino que
representó una valiosa experiencia de Gestión Social asumida por las trabajadoras y trabajadores del
mismo, todo un ejemplo de compromiso que debería ser más profundamente investigado en base a
documentación, aun posiblemente existente, pues a raíz de los testimonios a los que he tenido acceso
parecen ser muchas y verdaderamente graves la irregularidades que se vivían en el nosocomio y frente
a la cual se originó aquella acción. Importa muy especialmente destacar respecto de aquellos hechos, el
apoyo provincial durante la gestión de Oscar Bidegain, la Secretaría General de la gobernación a cargo
de su hija Gloria y el Ministerio de Salud conducido por Floreal Ferrara, de quien me habría de
convertir con los años en compañero de gabinete durante la gestión como Gobernador de Antonio
Cafiero.
En el caso de Moreno, además de todos los mencionados, “Rolo”, Rodolfo Freyre, toda una
referencia en el área de la salud y compromiso con la comunidad, así como también rescatar muchos
otros aportes anónimos.
Creo que aquella valiosa y productiva etapa de Gestión Social del hospital de Mariano y Luciano
de la Vega de Moreno, desarrollada bajo el nombre de Sabino Navarro debería ser más prolijamente
investigada, abriendo incluso los archivos de la documentación municipal, si es que aún se conservan.
En lo personal, me importa muy especialmente reivindicar “La Toma”, o como prefiero decir,
aquel breve período de gestión social o gestión comunitaria del Hospital de Moreno. No me caben
dudas de que el motivo inicial de interés respecto de esta historia ha sido sentirme víctima junto a mi
familia de años de falsedades, difamación e injusta calumnia, pero aun ello es muy poco comparado con
el daño a la comunidad y de su valiosa memoria. En el presente, un mármol blanco con letras doradas
de enormes dimensiones instalado en la puerta de entrada y encabezado por el nombre de uno de los
peores presidentes de la historia Argentina, se convierte en prueba elocuente de un modo de actuar,
de la banalización de la memoria de nuestra comunidad que por supuesto, pudo haber tenido errores
o aspectos posibles a mejorar, pero no por ello merecen ser borrados de cuajo y en cambio resaltar
otros plagados de responsabilidad en el padecimiento de nuestro pueblo. De ese modo se construye
el vaciamiento de autenticidad de nuestra historia, del cual tenemos sobradas experiencias. Este libro
es mi sentido reconocimiento a todas las compañeras y compañeros con quienes intentamos y aún
soñamos en la construcción de una Patria que nos incluya a todas y todos.

 

 

ÍNDICE
La toma del Hospital 7
El hospital en la parroquia 8
Testimonio de José Esteban Gil 11
Los hechos que viví 11
Mi arribo al Hospital 12
Razones y objetivos de la toma 14
Testimonio de José Lombardía 17
La AOT en la toma del Hospital 17
La conexión de gas 18
Maniobra de prensa 18
Operación Santucho 19
Mejoras y voluntariado 20
Reconocimiento 21
Testimonio de Oscar Esperanza 22
Enfrentar a Perón 22
Testimonio de Ricardo Lolo Gómez 23
La Parroquia – El Sindicato – La Comunidad – El Cens 49 24
La toma en la post dictadura 24
Citación 24
Poder transitorio vs Poder permanente 25
Versión de los servicios de inteligencia 25
A modo de cierre 26
Las dictaduras y el neoliberalismo: objetivos y consecuencias en el área social 26
Explosión demográfica 26
Descentralización y privatización del sistema de salud 26

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