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Por Diego Gambetta – director del Museo de Mar de Ajó-

Hace unos 100.000 años antes del presente la costa bonaerense lucía muy diferente a la actualidad. En aquel entonces el mundo sufría un calentamiento global. Los grandes casquetes glaciares que se extendían a lo largo de la Patagonia se derritieron, mientras que la región pampeana sufría un clima húmedo y lluvioso. Se cree que toda el área del cabo San Antonio estuvo inundada. Las playas se hallaban en cercanías de los contornos de la actual ruta 2 camino a Mar del Plata; y los verdes pastizales estaban reemplazados por médanos móviles y lagunas costeras.

Debido a que los grandes casquetes de hielo ya no retenían gran parte del agua dentro de los continentes, los mares estaban bien adentrados en el continente, en nuestro caso la provincia de Buenos aires. De hecho, las ciudades que hoy en día son balnearios, San Clemente, Mar de Ajo, Pinamar estaban sumergidas kilómetros adentro de la costa que conocemos hoy en   de aquel entonces. Es así que ciudades como Dolores, Maipú, serían las playas del último interglaciar. Se desconoce el momento inicial de esta ingresión marina (mar belgranense de la literatura científica clásica) estimada en 100/96 Ka.; pero se conoce bien su etapa de retroceso en playas y dunas cementadas bajo la línea de costa actual rumbo al sudeste bonaerense; entrando en el periodo Last Glacial Maximum. Todo comenzó a enfriarse en las áreas más continentales alejadas de la costa.

Todo el registro que contamos en el Partido de La Costa, incluida la plataforma bonaerense estaba poblada por animales de aspecto transitivo marino y continental. Restos semi destruidos de estos animales fósiles son arrojados por las olas que los extraen del lecho marino y depositan en las playas arenosas y fangosas hoy en día. Es frecuente hallar fósiles rodados de ejemplares de mamíferos gigantes de más de una tonelada de peso que son conocidos en conjunto como “megafauna”. Entre ellos se encontraban enormes parientes de los armadillos, conocidos como gliptodontes y gigantescos perezosos terrestres. Junto a ellos, ungulados de aspecto parecidos al hipopótamo como el toxodonte, así como ciervos y caballos nativos. A esto se le mezclan curiosamente especies costeras y marinas que aún se preservan en la actualidad muy a pesar del crecimiento antrópico, peces, aves, mamíferos marinos; cetáceos, delfines y pinnípedos, algunos idénticos a los actuales.

Sin embargo, la mega fauna llegó a su fin hace unos 8.000 años antes del presente. El clima comenzó a cambiar nuevamente, lentamente fue tornándose más benigno. Los fríos inviernos fueron tornándose más cálidos y este aumento de la temperatura hizo que los mares penetraran una vez más en el continente (mar querandinense de la literatura científica clásica). Todo este mejoramiento climático dio fin a la “Era del Hielo” y sin lugar a dudas perjudicó a todos los animales que estaban adaptados al frío, en especial a la megafauna. A esto se sumó el arribo del hombre primitivo, que habría sido la gota que rebalsó el vaso y culminó con la extinción de la megafauna.

Los restos de todos estos animales pretéritos se encuentran ocasionalmente en la playa y nos cuentan una historia de cientos de miles de años que vale la pena resguardar. Es por eso que si alguien en sus paseos costeros encuentra restos fósiles, es de suma importancia que los acerque al museo local (en este caso el Repositorio paleontológico de La Costa y Museo Mar de Ajó, cuenta con una interesantísima colección de restos de estos interesantes mamíferos extintos). El patrimonio costero es muy valioso y debemos cuidarlo entre todos para que historias como esta puedan ser contadas.

Diego Gambetta – Director del Museo de Mar de Ajó- Moises Lebensohn 566

Museo Regional de San Clemente, AV.III 3151, Escuela Bellas Artes

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