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Por Gabriel Merino

La respuesta de China a la gran escalada de EE.UU. en la guerra comercial fue rápida y contundente.
Tomaron en represalia cuatro medidas de impacto y otra que no se confirmó oficialmente, pero que filtró Bloomberg.
1- Aumento de aranceles del 34% a todos los productos de EEUU, el mismo porcentaje aplicado por Washington, mostrando simetría y reciprocidad.
2- Restricciones a las exportaciones de tierras raras, donde China expresa el 80% de la producción mundial, fundamentales para la tecnología civil y militar avanzada.

3- Suspendió importaciones de sorgo, productos avícolas y harina de hueso desde EE.UU.
4- Sumó 16 corporaciones estadounidenses a la lista de control de exportaciones, prohibiendo el envío de productos de doble uso (civil y militar).
5- Según Bloomberg, Beijing impuso restricciones a la aprobación de nuevos proyectos de inversión de empresas chinas en EE.UU.
En lugar de esperar y ver, con el fin de negociar, China decidió contragolpear de forma muy contundente y en cuestiones claves y sensibles para Washington.
Es evidente que Beijing estaba preparada y a la espera del golpe.
Esta actitud contrasta con la de 2018, cuando Trump inició la Guerra Comercial. China ahora es mucho más fuerte y ya no depende tecnológica y comercialmente de Estados Unidos.
«Sólo los débiles caerán» escribió Trump después de patear el tablero. No parece ser el caso de China. Y guarda que no se le vuelva en contra.

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