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Un 12 de agosto como hoy pero de 1869, se libraba la sangrienta Batalla de PIRIBEBUY, la única desarrollada

en un centro urbano durante la contienda.
El 08 de diciembre de 1868, se establece como sede del gobierno la ciudad de PIRIBEBUY, convirtiéndose desde

ese momento en la 3ª capital de la república.
La guarnición militar de PIRIBEBUY estaba a cargo del Teniente Coronel Pedro Pablo Caballero, siendo su segundo

 el Capitán Manuel Solalinde. El Sargento Mayor Fermín López y Sargento Mayor Martínez comandaban sendos

batallones de muchachos; el Capitán Lorenzo Garcete era encargado de la Caballería y el Sargento Mayor Hilario

Amarilla, era responsable de la Artillería, compuesta de 12 cañones de bronce. La guarnición militar de

PIRIBEBUY totalizaba 1.600 hombres.
Las fuerzas aliadas, después de tener conocimiento de que PIRIBEBUY se convirtió en capital del Paraguay, lo

consideró inmediatamente un objetivo militar de alta prioridad. Por eso, el propio Conde D´Eu se puso al frente

de sus hombres, tomando la determinación de ir contra el Mariscal Francisco Solano López. Parecía dispuesto a

realizar un avance frontal, tan difícil como audaz.

El Conde D'Eu, comprendió sin embargo que no era fácil batir esa cordillera de piedra, detrás de la cual se levantaba esa otra

cordillera de heroísmo. Seguro de ser rechazado en un ataque franco a nuestro frente, resolvió hacer un movimiento envolvente por

 nuestros dos flancos, para obligarnos a salir de nuestras posiciones, cortándonos al mismo tiempo la retirada.
El propio Conde D'Eu marcharía al frente de la poderosa columna que operaría sobre nuestra izquierda, cruzando la cordillera por

 Ybytimí, siguiendo el camino de Valenzuela e Itacurubí, y atacando la plaza de Piribebuy. 
Los generales Emilio Mitre y José Antonio da Silva Guimaraes debían marchar con otra columna por el camino de Altos, para luego

dirigirse a Atyrá y Tobatí, ocupando nuestra retaguardia.
En el cuartel general de Pirayú quedarían las fuerzas necesarias para amenazar nuestro frente y disimular los movimientos

proyectados.
En la noche del 28 de Julio de 1869 se movió, por fin, la vanguardia de los aliados, comandada por el General Juan Manuel Mena

Barreto, marchando sigilosamente, para no ser sentida, por el camino de Paraguarí y Sapucai. 
Después de más de doscientos días de inacción, los aliados volvían a proseguir activamente la campaña, que debió terminar en Itá

Ybaté con la conclusión de nuestras fuerzas.
El 10 de Agosto llegaron, por fin, los enemigos, ocupando las alturas próximas a PIRIBEBUY y emplazando en ellas todos sus cañones.
Eran más de 20.000 hombres de las tres armas, con poderosa artillería.
La resistencia de los paraguayos fue tan tenaz como heroica. Los sucesivos ataques aliados fueron rechazados una y otra vez, hasta

que consiguieron abrir una brecha en las trincheras.
En uno de estos avances forzados, el general Mena Barreto se adelantó a los demás, procurando personalmente hacer llegar su gente a

la trinchera. El capitán Solalinde lo distinguió en medio del inmenso tumulto de la batalla, ordenando, en el acto, al mejor de sus

tiradores que abatiera a tan peligroso adversario. 
El cabo Gervasio León se inclinó entonces sobre su largo y enmohecido fusil, y, refinando su puntería, disparó el terrible proyectil

 que fue a herir de muerte al audaz caudillo riograndense.
La muerte de Mena Barreto provocó un desbande general, viéndose arrollado el General Osorio por sus propios compañeros. 
Eran ya las once de la mañana, y PIRIBEBUY seguía de pie, resistiendo victoriosamente a las múltiples embestidas de veinte mil

enemigos. Pero nuestros recursos se iban agotando. Bajo el fuego constante de los cañones aliados, no había un sitio de la plaza que

 no fuera batido por la metralla.
Y los mil seiscientos soldados de Caballero disminuían por momentos, al par que se agotaban nuestros proyectiles. A medida que caían

 nuestros soldados, las mujeres tomaban sus fusiles, y cuando los fusiles no tuvieron carga, tomaron las espadas, y cuando no

hubieron espadas, se armaron de botellas vacías, de cascos de metralla, de huesos, de tierra. . . y esperaron al invasor.
Hasta que al fin, la batalla termina. La matanza fue espantosa. El cauce del arroyo PIRIBEBUY quedó colmado de cadáveres.
Pero eso no había sido todo.
El conde D'Eu, ha ordenado que se ponga fuego al hospital de sangre, para que mueran carbonizados los enfermos, que son más de

seiscientos, pagando así la muerte de Mena Barreto. 
En la batalla propiamente, sólo han caído prisioneros algunos pocos, respetados por un capricho de la muerte. Entre ellos está el

Comandante Pedro Pablo Caballero.
Le han intimado que diga que se rinde, si no quiere morir. Pero esa palabra no pronuncia un jefe paraguayo. 
Ante su negativa, empieza el martirio, de acuerdo con las instrucciones terminantes del Conde D’Eu. Frente a la cruz de la Iglesia,

 lo atan de pies y manos a las ruedas de dos cañones y lo tiran hasta quedar suspendido en el aire.
La esposa del héroe, ha sido llamada para que presencie el martirio de su infortunado compañero. Le han vuelto a intimar que se

declare rendido. Ante la misma respuesta, sigue el tormento hasta que un soldado se aproxima, esgrimiendo un filoso puñal, y, con

la habilidad de un profesional, cercena la cabeza del comandante de PIRIBEBUY, que rueda a los pies de su mujer.
Igual suerte corrió el sargento Mayor Fermín López, el famoso “maestro Fermín”, quien fue degollado por soldados brasileños, en uno

de los corredores de la Iglesia de PIRIBEBUY.
De ésta manera, PIRIBEBUY sucumbió; pero la resistencia continuó trazando la diagonal de sangre que llega hasta los límites del

heroísmo en las riberas del Aquidabán Niguí.

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