El sable que San Martín legó a Juan Manuel de Rosas y la diatriba (cualquier similitud con el acontecer de 2023 es mera coincidencia)

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Con el título El sable se publicó en Diario El Tiempo el 4 de marzo de 1897, Leopoldo Lugones refiriéndose al legado del General San Martín a don Juan Manuel de Rosas:


“Es casi asunto de iniciados llegar a convencerse en este país de la inmensa altura genial de Rozas. Son veinte años de historia tachados cobardemente. Irrefutable prueba de pequeñez moral. Las tres cuartas partes de los ciudadanos argentinos ignoran todo lo que es realmente histórico de la dictadura del general Rozas. La gente unitaria ha seguido teniéndole miedo al hombre hasta después de muerto, y se ha dado el elocuente caso de un cadáver dando miedo a la “historia oficial” de un pueblo.

Porque ésta es la verdad: no han sido los historiadores que se han callado, sino el cadáver que les ha impuesto silencio. De algún modo tenía la calumnia que mostrar bajo su false piel leonina el hocico de chacal. Sólo se sabe que en aquella época se cortaban cabezas. Y bien, ¿qué? Se cortaba porque era una guerra de cabeza contra cabeza. Y si yo hubiera de optar imparcialmente entre aquella época de lucha ferozmente bravía, y estos tiempos de cobardías y de subasta en todo, me quedaría la primera. Temple moral debía tener el pueblo mandaba el general Rozas…

En cambio, el pueblo de hoy cree que para echar abajo las repugnantes medianías que lo están robando, no le queda mejor recurso que el soborno del Ejército. ¡Siempre la subasta! ¡Y luego qué extraña y formidable carrera la de aquel hombre! De repente aparece en la escena con los dos rayos azules de sus ojos. A su alrededor hay guerreros valerosos, tribunos eximios, ciudadanos meritorios. Todo se pliega ante él o viene abajo. Es cosa de un instante. Repentinamente se ve que ya no queda más que él. Suprema injuria para los mediocres. Dentro de concepto del gobierno, y con las modernas leyes científicas de la concurrencia vital, el único gobernante lógico es el tirano. La idea del mando es absolutamente autocrática. El que manda es siempre uno. El crimen del general Rozas consiste en haber sido lógico ocupando solo todo el horizonte porque era el más grande todos los hombres de su tiempo. Hay que confesar que la personalidad de Rozas no cabía en la vulgar y mediana blusa democrática a pesar de tener ésta diez mil mangas. Y él la hizo estallar magníficamente. Bajo enorme presión de su pecho dominador, saltaron los míseros broches del convencionalismo legal. Entonces le advirtió la tempestad, le juzgó digno de su esfuerzo, le vio grande entre las microscópicas envidias que hormigueaban bajo su talón imperioso, y echó sobre él vientos, nubes y rayos. Europa volvió a anudar los cabos rotos de sus recolonizaciones fracasadas, y fue el moverse las escuadras sobre los mares, y el agruparse los traidores sobre la tierra. Brevemente: Rozas alzó entonces su cabeza principalmente hermosa y soberbia, hizo pelear a su pueblo, y batiéndose –ambidextro formidable- con un brazo contra la traición que ponía en venta la propia tierra por envidia de él, y con el otro contra la invasión que venía a saquear en tierra extraña, echó a la tempestad riendas de hierro que manejó con sus puños de gran jinete de pueblos y de potros. Y por segunda vez se salvó independencia de América. Entonces “El Sable”, aquel viejo sable se estremeció en su vaina como los buenos días de las batallas por la libertad del Continente lejano. El león sintió que sus canas eran todavía pelos viriles, comprendió toda la grandeza del esfuerzo del Dictador, y dijo que en mejor mano no podía caer la prenda heroica. Y redactó su testamento partiendo la herencia en dos, dejó su corazón a Buenos Aires y su Sable a Juan Manuel de Rozas. Y no tenía más que dejar. Hay motivos para creer que no amaba más el corazón que el Sable. Este rasgo de San Martín es… el más genial.
No cualquiera podía comprender a Rozas. Verdad es que San Martín no debió ver en él sino el salvador de la independencia de América. Pero ¿se necesita más? Y bien: he aquí que traen como reliquia bajo el saludo de las banderas, la herencia que San Martín dejó a Rozas. Jamás soñará el Dictador mejor desagravio en su propia tierra. Porque es imposible separar aquí los recuerdos. Por Rozas vuelven a tener los argentinos el Sable del Libertador. Y no se puede hablar de la herencia heroica sin recordar el Gran Heredero, al hombre extraordinario que a pesar de todo no han conseguido manchar por completo las calumnias mezquinas y los silencios cobardes de los que nunca pudieron perdonarle el imperdonable crimen de haber sido más grande que ellos.”

 

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