El Equipo Argentino de Antropología Forense en el Cementerio de Avellaneda, en 1988, sacaba a luz las tumbas comunes, pruebas inobjetables del terror implantado por la dictadura
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Fuente: Tumbas Anónimas Informe sobre identificación de restos de víctimas de la represión ilegal- EQUIPO ARGENTINO DE ANTROPOLOGÍA FORENSE, de Mauricio Cohen Salama CATALOGOS editora. https:/eaaf.org
«Debido a que, en mediados de 1988, en el Cementerio de
Avellaneda, presenciara con otros compañeros y compañeras, el trabajo
realizado por el Equipo de Argentino de Antropología Forense,
en busca de desenterrar esqueletos e identificar hombres y mujeres jóvenes,
Ancianos y hasta niños de muy corta edad, todos con un tiro en la
cabeza. Fue tremendamente duro presenciar aquello.
Pero hay un detalle, a apenas 2 a 3 metros de la fosa común,
había un paredón de escasa altura y más atrás se veía claramente,
un monobloc habitado,
de los típicos de la década del 70, de unos 4 a 5 pisos. Lleno de
ventanas, unas 10 que se veía perfectamente la fosa común.
Qué no vieron los que vieron»
N.del E.
El EAAF retoma su trabajo en el sector 134 del cementerio Municipal de Avellaneda en junio de 1987. Esta vez por orden judicial, se busca el cuerpo de María Teresa Cerviño. La búsqueda comprende la totalidad del sector 134, alrededor de 300 metros cuadrados. Los trabajos de excavación duran hasta 1992. Los resultados fueron el hallazgo de la fosa común más grande de las halladas hasta el momento
Vista parcial del sector 134 del cementerio de Avellaneda antes de comenzar el trabajo arqueológico.
La limpieza del área fue realizada sin instrumentos mecánicos para no perturbar el terreno.
Vista parcial del sector 134 luego de haber quitado la vegetación.
Diseño de excavación del sector 134
Cuadrículas y ubicación real de las fosas del sector 134
Trabajos arqueológicos en el sector 134
Cementerio de Avellaneda- Sector 134- Vista general de una fosa común. Los números indican distintos esqueletos cuya posición exacta pudo ser reconstruida luego de varias semanas de trabajo
Cementerio de Avellaneda- Sector 134- Dos esqueletos exhumados en la cuadrícula denominada D5
La fosa que se observa en la parte superior de la foto se denomina sincrónica ya que los cuerpos fueron arrojados allí al mismo tiempo; la fosa que se ve en la parte inferior se denomina diacrónica, debido a que los cuerpos fueron arrojados en distintos momentos.
Con estas identificaciones se pudo establecer una conexión entre los Centros Clandestinos El Pozo de Banfield, ubicado en Lomas de Zamora, y El Vesubio, que funcionó en La Matanza. La mayoría de estos identificados fueron vistos por testigos en estos CCDyE y asesinados en enfrentamientos fraguados en el conurbano bonaerense. Los menos fueron muertos en enfrentamientos y también enterrados de manera clandestina.
«¿Por qué borrar las marcas de la historia dejando al cuerpo sin nombre, y al nombre, sin cuerpo? ¿Qué es la muerte sino algo que oye sin responder, guardando siempre un secreto mudo, vacío Hilvanar muerte, huesos y un nombre en una sepultura luego de quince años luego de haber sido amputado el culto y el llanto, hace que la carne ya ausente, se encarne en una historia silenciada tanto como profanada? ¿Puede alguien detenerse y dejar que sus muertos sean un puro desecho al abono de la tierra? ¿Qué es la sepultura sino preservar del olvido a un cuerpo por ser aquel que perteneció a un padre, a una madre, a un hijo? ¿Es lícito privar al muerto y a quién lo llora de esta única relación conservable?»
«Para Sade, aquel marqués erigido como paradigma de la perversión, matar a un muerto era el crimen absoluto. Al cuerpo lo trasciende la memoria de los vivos, y el lacrado de ella son los símbolos con que se lo honra. El culto mutilado en la figura del desaparecido consuma este crimen, entre otros. Y borradas las marcas del duelo tampoco hay crimen ni castigo; muerte completa no sólo del cuerpo sino también de su historia. Cadáver reducido a carroña, el cuerpo que fue de alguien, de mamá, privado de tumba, de conmemoración y de nombre. Vestidos de uniforme, el crimen realizado no lo salpica, ya que ayer la ley los lavó con obediencia debida y los almidonó en un punto final.»
«Hoy que la memoria triunfó en el retorno del nombre al cuerpo y del cadáver a la historia, el horror que la precedió, enmascarado, tiene el cuerpo del delito, sin delito. Unos decían ser impotentes para obrar en contra de quienes estaban en el poder, pidiendo indulgencia los que están bajo tierra. Otros no creían que los decretos de los hombres tuvieran fuerza para borrar e invalidar las leyes divinas, de manera que un mortal pudiese quebrantarlas; pues las últimas no son de hoy, ni de ayer, sino que siempre han estado en vigor. No es pena alguna entonces que a los hombres es den una muerte violenta, pero si lo es vivir dejando insepulto el cadáver de sus seres queridos. Fácilmente se pueden reconocer hoy aquellas dos posturas frente al tirano en la tragedia griega. La primera lloró en silencio el vacío, la segunda tejió un mito. ¿Pero son hoy el mito o el vacío las respuestas posibles?»
«Hoy hay quienes, trabajando en la identificación de sus cuerpos que se encuentran anónimos en fosas comunes, los extraen de la tierra que finalmente los hubiese fundido con la nada, para devolverlos a la cultura. Quizás escribiendo su nombre sea posible humanizarlos en las encrucijadas de la historia.»
Texto escrito por Andrea, Julián y Diego, hijos de Lidia N. Massironi, desaparecida identificada por el Equipo Argentino de Antropología Forense.
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