La casa de la calle Corro
Extracto del Ensayo de Alicia Laura Cabrera 2006
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“Los que estaban adentro, soñando con una Patria mejor”. “…Ay, utopía cabalgadura que nos vuelve gigantes en miniatura…” Joan Manuel Serrat. “Ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”. María Victoria Walsh tenía clara conciencia de lo que significaba caer en manos de los militares. Sabía que hacer ante una situación límite y lo hizo. Tanto ella como Alberto Molina, Ismael Salame, Eduardo Coronel, José Beltrán, Maricel Mainer, Luci Matilde Gomez y Juan Cristóbal Mainer estaban el 28 de septiembre de 1976 en la casa de Villa Luro. También se encontraba su hijita de un año aproximadamente.
“La defensa de la casa de la calle Corro 105 fue la apoteosis del heroísmo y la violencia”, escribiría el periodista Hernán Brienza. Esa casa era propiedad de la familia Mainer y allí funcionaba la Oficina de Prensa Nacional de la organización Montoneros. Vicki Walsh era oficial segundo, militaba con el nombre de Hilda y dirigía el área de prensa sindical de la organización. ¿Cómo y porqué llegaron hasta allí grupos militares? Son distintas las respuestas. Hernán Brienza, en su libro Maldito tú eres, relaciona dicho combate con acontecimientos ocurridos en La Plata, mas específicamente en la Brigada de Investigaciones dirigida por Ramón Camps y Miguel Etchecolatz y con el “asesoramiento espiritual” del tantas veces procesado y detenido Capellán de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Christian Von Wernich. En esta Brigada, que también funcionaba como centro clandestino de detención, se estaba llevando a cabo una “experiencia piloto” con un grupo de jóvenes que no contaban con mas de veinticinco años y que habían sido secuestrados y torturados, según los métodos conocidos. Este “experimento” se trataba, supuestamente, de un “proceso de recuperación” de jóvenes que se habían “desviado del camino correcto” y el Padre Von Wernich, con sus “charlas gloriosas” lograba encauzarlos. Amén de utilizar el sacramento de la Confesión para recabar información. Estos jóvenes eran siete: Liliana Galarza, María del Carmen Morettini, Susana Salomone, Domingo Moncalvillo, Cecilia Idiart y los hermanos Mainer: María Magdalena y Pablo (ambos hijos de los propietarios de la casa de Corro, quienes también militaban en montoneros). Como muchos otros que, ante situaciones extremas de torturas físicas o psíquicas se quiebran, María Magdalena Mainer (alias Lucrecia) “cantó” y con ella cayeron en efecto dominó muchísimos militantes y casas clandestinas de la organización, entre ellas la casa de Corro. También existe otra hipótesis, la del periodista norteamericano Martín Andersen, quien sostiene que Vicki muere para cubrir la huida de Firmenich y Galimberti, ambos jefes montoneros. Lo cierto es que el 29 de septiembre de 1976, a las siete de la mañana, Villa Luro ya no parecía nuestro barrio, era un campo de batalla. El día anterior Victoria Walsh había cumplido veintiséis años. Ya estaba cansada, eran muchos los compañeros caídos y, según la consigna guerrillera “a los compañeros muertos no se los llora, se los reemplaza”; había tenido que cambiar muchas veces de casa en los últimos tiempos. Su esposo y compañero militante, Emiliano Costa, había sido detenido a principios del año setenta y cinco, estaba en Sierra Chica, y no había llegado a conocer a la hija de ambos. Pero, a pesar del cansancio, de las batallas perdidas, de los compañeros muertos, de que su sonrisa ya no era la misma; Vicki Walsh tenía sentido del deber y había hecho una opción en su vida.
No solo ella, también quienes estaban dentro de la casa, que eran los miembros de la Secretaría Política de la “orga”. Ya lo habían leído en Evita Montonera y era carne en ellos:”La combatividad y el heroísmo son la conducta normal de los cuadros montoneros”, y el principio de convertir en victoria la derrota. Un helicóptero sobrevolaba el cielo, apenas estaba amaneciendo, cientos de soldados y dos tanquetas, el operativo había comenzado. El Coronel Roualdes era el Jefe del Operativo. Intimaron a “delincuentes subversivos por medio de megáfonos que procedieran a entregarse y, depusieran toda actitud de resistencia”, según el comunicado oficial del Comando de la Zona 1, dependiente del I Cuerpo del Ejercito. Comenzó un tiroteo que duró aproximadamente dos horas. Los militantes montoneros lejos estaban de entregarse, había que luchar por la causa aunque con ella se fuera la vida. Vicki Walsh y el secretario político Molina subieron a la terraza, mientras el resto respondían al fuego desde la planta baja. Rodolfo Walsh escribiría: “He visto la escena con sus ojos: la terraza sobre las casas bajas, el cielo amaneciendo, y el cerco. El cerco de 150 hombres, los FAP emplazados, el tanque. Me ha llegado el testimonio de unos de esos hombres, un conscripto.”. El combate duró mas de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba, nos llamó la atención porque cada vez que tiraban una ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía.”. A ella las cosas nuevas siempre le hacían reír y nunca había manejado una metralleta Halcón. El soldado continúa el relato diciendo: “De pronto hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pié sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en vos alta pero tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. Pero recuerdo la última frase, en realidad no me deja dormir.-Ustedes no nos matan- dijo -, nosotros elegimos morir. Entonces ella y el hombre se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros.”. Luego nuevamente el silencio, quizás en un acto de respeto. Cuando el coronel Roualdes entró a la casa encontró a una beba protegida por un colchón y cinco cadáveres. Hace poco pasé por esa casa y leí sobre una de las paredes una inscripción que decía “Homenaje a nuestros compañeros. Vicki Walsh”. No pude reprimir el llanto. Un vecino me miraba sin entender. Lloré por todos ellos, por tanta juventud perdida, por tanto ensañamiento, por tanto coraje malogrado. Me alejé pensando en cuanta valentía habían tenido estos jóvenes, pero también en cuanto miedo y angustia habría pasado esa bebé de apenas un año. ¿Todo justifica una causa, un ideal?. Es difícil pensarlo 30 años después.
Los sobrevivientes fueron: los hermanos Mainer y su madre Luci Gómez, fueron detenidos y pasaron varios años en la cárcel. De alguna manera, todos pasamos varios años en la cárcel. Recién ahora podemos abrirnos a la verdad, a la libertad. Serán las “cárceles del alma” como las llaman algunos. Pero son muchos quienes no corrieron la misma suerte. En su “Carta a mis amigos”, Rodolfo Walsh, tres meses después de estos acontecimientos relata: “En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota desde lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lucida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy quien renace de ella.” “Los que querían una Patria en paz” “Un azote en el alma que te empuja a correr. Un eclipse total de la razón. Una venda en los ojos que no te deja ver Una mortaja negra en el corazón. Así en la guerra como en los celos” Joan Manuel Serrat ¿Qué nos queda a “los otros”, testigos silenciosos?. ¿Cómo vivir con ese pasado?. ¿Cuántas casas como la de Corro habrá que volver a habitar para comprender qué pasó, qué nos pasó?. En el libro El Dictador de Seoane y Muleiro pude leer: “La sociedad, en tanto, parecía tolerar que se desapareciera a sus hijos, familiares, amigos, vecinos y compatriotas. Tal vez Videla parió la genealogía de un terror desconocido para los argentinos. El argencidio se consumió sobre el edificio central del poder totalitario de la dictadura: los campos clandestinos de detención y el miedo de la sociedad, culpabilizada por varias generaciones por haberlo tolerado.”. ¿Cuán profundo habrá calado el miedo y la culpa en nuestras almas?. ¿Estaremos preparados para “abrirnos” a la verdad?. Recuerdo el Mito de la Caverna de Platón. Allí los prisioneros estaban encadenados a una ilusión, a una farsa. La ignorancia los tenía encadenados. Cuando por fin se les hizo evidente la verdad, querían cerrar los ojos, no querían ver. La verdad les causaba dolor. La mayoría de ellos querían seguir viviendo en las apariencias, para no enfrentarse a la realidad. Quizás nosotros seamos hoy esos prisioneros. La verdad duele, molesta, perturba; pero no podemos vivir en una apariencia. Pudimos salir de la Caverna, algunos lograron sacarse las cadenas. Tengamos el coraje de abrir los ojos al sol, salir del mundo de las tinieblas y abrirnos a la verdad. Paso a paso, sacando las telarañas al pasado, respetando el tiempo de cada uno, desafiando a todos aquellos que nos dicen que no vale la pena. Recuperemos la verdad. Es una deuda que tenemos con los que ya no están y con los que seguimos viviendo.
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