ALGO PODRIDO HUELE EN LA DINAMARCA DE LA DEMOCRACIA
“Somos lo que hacemos,… con lo que de nosotros han hecho”
Jean Paul Sartre
Por Tato Treinta
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Toda sociedad que se precie de tal y mal que le pese, debe sujetarse a determinadas normas, reglas y códigos, adecuadas a valores. Hace más de 200 años, a mediados del siglo XVIII, el pensador ginebrino Jean Jacques Rousseau, que luego se lo “encuadraría” junto a Hobbes y Locke, entre los llamados “contractualistas”, planteaba la idea del Contrato Social, para que el hombre (genérico que engloba a mujer y varón), saliera del Estado de Naturaleza, donde primaba la “ley de la selva”, para entrar en el estadio de Sociedad, para ello -escribía Rousseau-, aquel estado de “libertad plena”, debía en función del bien común, restringir parte de esa “libertad” entregándola de forma voluntaria a una Asamblea de hombres (el gobierno) para que con el acuerdo del conjunto de esa misma sociedad, se fijaran aquellas normas, reglas y códigos sujetos a determinados “valores” fundamentalmente en base a la igualdad y la equidad. Podemos decir sin temor a equivocarnos, que fueron las bases de sustentación de la Democracia Liberal en su estado más puro y si quieren “ideal”.
El devenir de la Historia fue de alguna manera “licuando” aquel pensamiento de una Democracia “ideal”, para transformase en lo que hoy es, una “pantomima” de aquellos pensamientos. Ninguna democracia del mundo actual… ninguna, tiende a la igualdad y la equidad como base de sus valores. El sistema democrático en tanto “gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo” sólo puede funcionar en base al conocimiento y la información del que ese mismo Pueblo pueda apropiarse. Conocimiento en tanto a la acumulación de “saberes” y un amplio acceso a la información. Hoy el “conocimiento” fue tremendamente fragmentado y “especializado” al que sólo puede acceder una porción mínima de esa sociedad y en el momento del “auge” de la información, casi dos terceras partes de la población mundial carece de ella.
Había expresado Rousseau, que la “sociedad”, es decir el Pueblo, delegaba parte de su libertad en sus “representantes”, para que fijara las normas, reglas y códigos que administrara a la misma. Dichos “representantes” por sentido común, deberían ser, si seguimos este análisis, los “mejores” formados e informados.
Siguiendo en los últimos días, el debate en la Cámara de Diputados en cuanto al tratamiento de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, escuché a una de las supuestas “representantes” del Pueblo, la diputada Dina Rezinovsky expresar lo siguiente y cito “¿Qué hubiera pasado si Adán y Eva abortaban a sus hijos? Nosotros no estaríamos aquí y la tierra sería habitada por dinosaurios”. Si bien su tipo de “argumentación” no descollará en los anales de la retórica y fue (por suerte) una más que ínfima minoría la que apeló a ese tipo de “razonamiento”, son planteos que tienen de alguna manera “llegada” a una para nada despreciable parte de la población ¿Cómo llegaron a ser “representantes” del Pueblo? Creo que “algo podrido huele en la Dinamarca de la democracia”.
Todas, todos y todes, estamos pendientes de lo que sucederá en el Senado, y siguiendo el hilo conductor del presente razonamiento, descubriremos que más allá de los discursos “políticamente correctos” ese Senado, que debería ser la expresión legal y legítima del tan mentado “federalismo” nos es más que la mera expresión de “feudos” mejor o peor administrados, consecuencia ¿lógica? de la derrota de las fuerzas federales y de los Caudillos que las representaban allá por 1860 y que de ser un embrión de lo que luego se denominaría Democracia de Masas se transformó en esto, meros “cotos de caza” de cada familia “ilustre” de cada provincia.
Se nos habla constantemente de una “nueva normalidad”. La coyuntura Nacional e Internacional da pruebas que el “sistema” está en crisis, pero que la misma no es terminal ni mucho menos y hay que “ayudarla” a que lo sea y allí está o debería estar la acción de la joven militancia del Campo Nacional y Popular, que debe soltar amarras de los “slogans”, el discurso panfletario y lo “políticamente correcto” y avocarse a la formación y aprendizaje en la acción para ser las y los mejores, como representantes del Pueblo, cuando el “relevo” llegue, para fijar entonces normas, reglas y códigos sustentados en los valores de la igualdad y la equidad. Caso contrario el “sistema” se re-ciclará y la “nueva normalidad” será tan despreciable, injusta, espantosa y atroz como la “normalidad” que hasta ayer vivimos… o peor.