La obra empezó ayer, viernes, y continuará este sábado. Las calles de la localidad de Navarro son testigos de una recreación histórica. La calle 107, entre 23 y 24, es el escenario de «El nudo de la patria», una producción teatral que versiona escénicamente lo sucedido en torno a los restos del coronel Manuel Dorrego, fusilado por Juan Galo de Lavalle, desde Navarro a la Ciudad de Buenos Aires. Viajando hasta diciembre de 1829, la obra apuesta por el diálogo del teatro con la historia, además de proponer un recorrido espacial por las calles de Navarro a la manera en la que fueron trasladados los restos del coronel Dorrego después de su injusto fusilamiento.

Buenos Aires 12 entrevistó a Nelson Mallach, director y escritor del proyecto coordinado por la unión entre el Instituto Cultural de la Provincia y la localidad de Navarro.

La obra como tal llegó a la vida de Nelson de una propuesta del Instituto Cultural de la provincia, que preside Florencia Saintout, a través de la Unidad Identidad Bonaerense que dirige José Clavijo. «Creo que pensaron en mí porque vengo trabajando el cruce con la historia y con los espacios específicos donde los hechos ocurrieron desde hace mucho tiempo», dice Nelson en conversación con este medio. En noviembre se estrenó un recorrido por el Teatro Argentino, donde abordó el tema del incendio del Teatro de La Plata, en 1977.

«Quizás los que yo había investigado no eran los grandes hechos de la historia argentina», aclara. «Siempre estuve focalizado más en mi ciudad, trabajando sobre su identidad, porque justamente aparenta ser una ciudad sin historia. Ahora, lo de Dorrego es entrar en la historia grande. Es un episodio que divide aguas. Por eso este trabajo es de una gran responsabilidad».

En efecto, la muerte del coronel Manuel Dorrego, mandado a fusilar por traición por orden del general Lavalle en diciembre de 1828 es un episodio fundamental de la historia argentina. Los unitarios planearon su fusilamiento en una reunión secreta y con el mayor apremio.

«El asesinato de Dorrego es un crimen no resuelto, aunque no haya enigmas y las cartas estén sobre la mesa», afirma Nelson Mallach. Y profundiza la relación entre este hecho de la historia argentina con la historia de la famosa grieta que, a través de los años, muta de forma. «Se quería un país u otro sin conciliación posible. La Constitución unitaria del 26 de Rivadavia le daba al presidente la decisión de nombrar a los gobernadores de las provincias. Por suerte no lo lograron, pero tampoco aceptaron que Dorrego pudiera hacer un gobierno popular exitoso. La historia es un continuo, nada de repetición. Aquel poder oculto que decide por la suerte de Dorrego es este poder oculto que instala la inseguridad jurídica en nuestro país».

«El título de la obra viene de una frase de Sarmiento al referirse al crimen. Aquel nudo es este nudo. Por eso, cuando la obra aborda el pasaje simbólico del poder de Dorrego a Rosas a través de la decisión de la viuda de Dorrego, Ángela Baudrix, al entregarle el sable de su marido al que estaba por ser nombrado gobernador de la provincia, entiende, y esta vez siguiendo a José María Rosa, que Rosas fue el que creyó que no había cabida para la discusión con esa oposición abyecta que había planificado el magnicidio del gobernador depuesto. El fusilamiento de Dorrego es pura actualidad. ¿Cómo no volver a él para entender el presente como acumulación de desgracias?»

Volver al pasado nos permite retomar nuestro presente, pero este no es solamente el trabajo de la historiografía. En este caso, el género elegido es el teatro. Aunque la investigación haya estado guiada por la historiadora María Elena Barral, y las lecturas hayan estado presentes en todo aspecto del proceso, Nelson afirma que el teatro puede enfrentar los hechos históricos de manera más relajada.

«El teatro puede que sea irreverente y no esté tan condicionado. La ficción habilita lo posible, y aquello que quizá esté sugerido en los márgenes de los documentos, dentro del marco teatral puede ser una gran verdad», afirma. «Otras disciplinas artísticas también pueden operar de la misma manera ante el hecho histórico. Un claro ejemplo es la novela de Pedro Orgambide, Una chaqueta para morir. La leí cuando había terminado de escribir la obra porque preferí asirme en la investigación a las fuentes y evitar las perspectivas temporales. Y me encontré con que esa novela estaba escrita con el mismo impulso que mi obra. Eso me hace pensar que el abordaje artístico de la historia sea cual fuere la disciplina, tiene la posibilidad de amplificar la mirada sobre el hecho histórico, develar nuevos sentidos, arribar al otro desde el campo afectivo y gracias a eso posibilitar que se vuelva a ver aquello que repetidas veces ya hemos escuchado».

En ese sentido, el diferencial que trae El nudo de la patria puede que sea el desplazamiento sobre el espacio. Su desarrollo al aire libre por las calles de Navarro plantea una recuperación de traslado, tanto en el movimiento escénico como en el público, de los restos de Dorrego. Más específicamente, el traslado de su cuerpo luego de ser desenterrado de su tumba frente a la Iglesia de San Lorenzo en Navarro, hasta el actual cementerio de la Recoleta donde todavía están sus restos.

«El espacio como motor del relato tiene una potencia única» afirma el director de la obra. «El teatro y la historia se cruzan de múltiples formas, pero en este caso el espacio es el motor del hecho histórico. Esta obra se posa sobre el lugar exacto donde los hechos ocurrieron. Es una vivencia, una experiencia inmersiva. Creo que esa su importancia. En Navarro se discute la “repatriación” de los restos de Dorrego».

«Durante todo el año 29, tras el fusilamiento, ocurrieron muchas cosas en la provincia. La más importante fue el alzamiento popular de la campaña bonaerense ante el gobierno de facto de Lavalle, Brown y el poder oculto. Raúl Fradkin trabaja muy bien esos episodios y me abrió la puerta de Un soldado argentino de Prudencio Arnold. Con este libro precioso comprendí lo que significó para el bajo pueblo el asesinato de Dorrego. Si bien no hay registro del recorrido que realizó el carro que llevó la urna de plomo con el cuerpo de Dorrego, me permitió entender que ese viaje espectral tuvo que haber sido de una gran conmoción popular. Por eso decidí que la obra fuera en la calle y no en un teatro, y que pasara por delante de la Iglesia de San Lorenzo, para que aquella procesión volviera a ocurrir. El presente teatral trae los hechos una vez más y te los presenta para que ocurran. Si ante eso la conmoción se genera una vez más, ese público que camine en torno a nuestro carro será parte de la dramaturgia y el hecho histórico volverá a suceder de manera completa».

La inclusión del público en la obra formó parte del objetivo del proyecto desde el minuto uno. El carácter popular del episodio estará presente no solamente en el contenido de la obra, sino en la forma que se eligió para ser ejecutada.

«Espero que el público vibre atravesado por la historia y afloje ciertos conceptos rígidos de uno y otro lado» confiesa Nelson. «El bufón Eusebio le dice a Rosas en la obra: “el que lee entiende dos veces”. Y yo agrego: el que conecta con el hecho teatral, también»