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Era el más moderno de la vieja estructura.

Ubicado cerca de la Capilla y por ende de la puerta de calle.

Cada habitáculo, tenía una puerta moderna, hermética, metálica, pesada.

Adentro la oscuridad. Sin esquinas o mejor dicho: con esquinas redondeadas.

La Cruz Roja Internacional, destacó lo perverso del hecho, ya que no permitía fijar la vista.

El camastro era de cemento, el baño en una de las esquinas (no recuerdo bien en cual, me juego a la izquierda de la puerta de ingreso).

No debo dejar de mencionar que la puerta tenía un pequeño pasadizo por donde nos daban de comer.

Sin luz, pero uno, como es sabido, se acostumbra a la oscuridad y termina «viendo».

A la noche (luego de caminar innumerables veces esos 3 metros y medio por 2 y medio, veinte, treinta, ciento cincuenta, 400, mil veces???) llegaba el denigrante colchón, con una frazada. Vergonzoso, que luego de un día de caminata, soledad y pensamiento, nos figuraba como un somier. Hasta las 6 de la mañana del día siguiente, cuando intempestivamente era retirado.

En cualquier momento del día se escuchaban gritos, ruidos de botas, insultos a pies descalzos que corrían hacia el fondo, intentando eludir los gomasos.

Camino a la helada «La ducha».

Y así transcurrían los días y las noches. Que eran semanas (¿cuántos? Siempre muchos).

Estando en el 11, ya habíamos oído los gritos del Sapito (compañero del PRT) que era obligado en el baño a arrastrarse, ponerse bajo la ducha, besar las botas del oficial, rogar, ponerlo bajo la ducha. Golpearlo mojado, intentando no dejarle marcas.  Aprovechando el estado del compañero, de cierta debilidad psíquica.  El sapito, sólo un ejemplo.

Ese era el Pabellón 12 de Sierra Chica allá por los 76, 77, 78, 79.

Algunos compañeros no salieron bien de allí, luego de días, semanas, meses (¿cuántos?). Otros siguen defendiendo los ideales, en busca de la Felicidad del Pueblo y la grandeza de la Patria.

29 de Diciembre de 2020

SB

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