Olivicultura de frontera

Por Victor Tomaselli

REDACCIÓN CHUBUT|   17/02/2020 00:00
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La olivicultura mediterránea vive hoy una situación muy difícil. Se sienten las voces que gritan: «Abajo los olivos», que manifiestan la voluntad de abatir los árboles.

Cuando nos encontramos viviendo una situación de sufrimiento, estamos cada día en espera de algún evento extraordinario que pueda llevar a una vuelta imprevista, cambiando la situación desagradable que estamos viviendo. En tiempos de crisis esto sucede todos los días. Es necesario encontrar aquella motivación que nos permita volver a poner en orden las ideas. Y a veces las palabras pueden constituir el punto de partida de aquello que estamos buscando.
Por este motivo el título, «Olivicultura de Frontera» recalca el significado de la frase de una famosa obra teatral de Shakespeare: «hay más cosas en los cielos y en la tierra, Horacio, que los vanos sueños de tu filosofía». En definitiva, lo que queremos decir es que hay vida en la olivicultura también fuera de la cuenca del Mediterráneo.


Hoy día se plantan y cultivan olivos en más de cuarenta países del mundo y es necesario prestar atención a este mundo en constante cambio. También es oportuno observar a aquel mundo y al mismo tiempo al sujeto, la persona que lo observa y comprender cómo esta persona cambia después de haber mirado y comprendido el mundo.
En Argentina, en el Sur, en plena Patagonia, también nosotros nos dedicamos a los olivos. Son los olivos más australes del mundo. ¿Qué nos dicen estos árboles a todos nosotros que amamos el extravirgen?


Antes que nada nos dice que la calidad del aceite del fin del mundo es superlativa, contiene en efecto, 77,45% de ácido oleico.
Nos dicen luego que el clima frío no establece un límite preciso y único para el cultivo del olivo. Podemos aquí afirmar que hemos individualizado los modos de desarrollar una óptima resistencia a los así llamados factores de stress abióticos, entre los cuales el frío parece ser uno de los más importantes. Ahora será necesario esperar Abril para conocer el contenido final de la nueva cosecha, que será la tercera y que promete valores de nuevo elevados.
Otra cosa importante es que para nosotros la frontera son uestedes, nosotros nos percibimos como el centro del mundo y por eso no logramos comprender nunca cómo aquellos que producen 500.000 toneladas de aceite de oliva al año han permitido que empresas oligopólicas se apoderen de la bandera de la calidad del extravirgen italiano.
Hoy se sabe que la mayor parte del aceite italiano se produce a los límites del fraude, esto es obra de las grandes empresas, no de los pequeños productores.
Puerto Madryn es una ciudad situada por debajo del Paralelo de 42ø Sur y acá la tierra, en términos de superficie empresarial, no es un problema, porque el precio de la misma es bajo. El agua es un poco más escasa, pero hay suficiente. De modo tal que debemos encontrar la voluntad de hacer «en frontera». Este es nuestro desafío de hoy: promover la cooperación, llevando en alto la bandera de la olivicultura de calidad. Se trata de la única cosa que puede salvar la totalidad de la cadena de valor del olivo. Puede parecer un objetivo lejano, difícil, pero es en verdad nuestro propio desafío del desarrollo sostenible. Se entrevé la luz al final del túnel, verdaderamente el pasaje desde la pregunta que hacemos hoy nosotros olivicultores a cualquier cliente: ¿a cuánto me puede comprar mi aceite?, a la pregunta que nos harán mañana nuestros propios clientes: ¿Olivicultor, cuánto vale su aceite?: un producto final que tiene una calidad única e irrepetible que hace que el precio a pagar no sea un problema, porque vale cada día un poco más.
Llegamos así a la última cosa que nos dicen estos olivos de frontera, quizá la más importante: que somos capaces no sólo de hacer el mejor aceite de oliva extravirgen, sino también de llevar esperanza, en el sentido de confianza en el futuro.
Sabemos que el aceite de oliva de calidad es por siempre y antes que nada expresión de los pequeños productores, de todos aquellos que hacen de la empresa agrícola su modo de vivir. Creo, entonces, que estas cincuenta hectáreas de olivos en el fin del mundo tienen mucho para decirnos y agradezco junto a todos por habernos escuchado hasta aquí. Esperamos ahora a abril próximo, para poder hablar de nuevo, esta vez con nuestro nuevo aceite entre las manos.

Por Víctor Tomaselli

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