CHOCAR LA CALESITA

Fuente:  6 septiembre, 2019 por Gabriel Merino

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El retorno al neoliberalismo periférico les llevó solo tres años y medio, ahora aplican medidas que antes criticaban por “populistas” ¿Por qué? ¿Es la primera vez que la derecha argentina se encuentra en esa paradoja?

La paradoja de este final del “mejor equipo de los últimos 50 años” es que, a su pesar, tuvieron que volver al “populismo” para frenar la crisis que desencadenaron. Y es lo único que, momentáneamente, les funciona.  Con el control de cambios o “neocepo” y la obligación para la liquidación de exportaciones se empieza a controlar al mercado, las corridas y grandes especulaciones. Además, sacaron del baúl de los recuerdos, aunque también de forma harto tardía, las medidas tildadas de “populistas” para impulsar el mercado interno, como los bonos compensatorios a asalariadxs hasta octubre y la quita transitoria del Impuesto al Valor Agregado (IVA) a ciertos alimentos de la canasta básica.   

Todo esto aunque sea tardísimo y ya hayan chocado la calesita -como se dice en la jerga popular-: Recibieron el país más desendeudado del mundo, según afirmó el propio ex ministro Nicolás Dujovne, y en apenas tres años subieron la relación deuda/PBI del 52,6% al 88,5% en marzo de 2019. Después de la devaluación de agosto y la caída de la economía que estamos sufriendo, mejor ni calcular este número que ya superó el 100%. En tres años y medio volvimos al “cepo” pero más endeudados, con la economía mucho más chica, con el doble de inflación y el doble de desocupación. 

Otro de los datos alarmantes es que el servicio de la deuda implicaba el 5% del presupuesto nacional en 2015 y hoy se triplicó, es decir, lo que antes se dirigía a salud, educación o ciencia y tecnología ahora va a pagar la deuda. Y lo más triste es que esta bola fenomenal de endeudamiento tiene como trasfondo la fuga de capitales. Esta es una de las formas en que se realiza la extraversión del excedente que producimos, y que define nuestra inserción periférica en el mundo, profundizada por la Alianza Cambiemos. En criollo, volvieron a abrir totalmente el grifo de la manguera que bombea riquezas hacia afuera del país. 

Esta era su misión: los exportadores no tenían que liquidar divisas, sacaron todos los controles para la entrada y salida de capitales, reimpulsaron la bicicleta financiera como centro de la economía, dolarizaron las tarifas, devaluaron salarios para aumentar las ganancias, dolarizaron los precios de los alimentos en el mercado interno, desarmaron el bloque regional y abrieron las fronteras para una avalancha de importaciones en plena crisis mundial (con una creciente disputa por mercados, mayor proteccionismo y hasta guerra comercial… regaladxs es poco). 

Esto se completó con el acuerdo con el FMI, que vino a rescatar al capital financiero del norte global amenazado por una posible cesación de pagos de la Argentina: En apenas dos años se había esfumado el sueño PRO, una devaluación del peso del 120% entre diciembre de 2017 y septiembre de 2018, sin ningún fantasma K a la vista, ponía en evidencia los límites estructurales del “modelo”, que sólo cierra si lxs trabajadorxs aceptan ser pobres. El FMI vino como siempre para consolidar un programa de neoliberalismo periférico, de eterno ajuste y alineamiento geopolítico con Washington, que el gobierno por sí mismo no podía realizar.     

No es raro que la derecha tome ahora estas medidas tildadas de “populistas”. Lo tuvo que hacer la propia oligarquía argentina con la crisis del ‘30, cuando abandonó su “liberalismo” económico e implementó el control de cambios para hacer frente al desequilibrio del comercio exterior y la fuga de capitales. Hasta impulsaron tibiamente la industrialización por sustitución de importaciones con medidas como los aranceles a las importaciones, un tipo de cambio más elevado para las importaciones no prioritarias y protección de los precios internacionales con las juntas reguladoras de granos y de carnes, imitando algunas medidas aplicadas por los países centrales. El problema era que con el derrumbe de los precios de nuestras exportaciones en el mercado mundial y la guerra comercial desatada en plena puja interimperialista, no se podía sostener en lo más mínimo, en un esquema liberal, el proceso de acumulación de capital a nivel local. Ayer como hoy, estábamos en plena transición histórica, en plena crisis del orden mundial, en un período de guerra y caos de por lo menos 30 años.  

Sin querer debieron dejar que se industrialice un poco el país, que florezcan PyMEs nacionales y que el ejército lleve adelante ciertas industrias estratégicas, a la vez que promovían el ingreso de las multinacionales, especialmente estadounidenses (nuevos actores económicos mundiales, surgidos como respuesta del gran capital central al estallido económico de 1929 y la posterior depresión). De esta forma, desencadenaron a su pesar, ciertas fuerzas que luego se organizaron e impulsaron un profundo desarrollo nacional, por el cual llegamos a tener el mismo ingreso por persona que España en 1974 (hoy tenemos menos de la mitad) y la principal industria editorial del habla hispánica.  

Las grandes crisis no aguantan mucha ideología de cotillón hecha para la periferia, esa por la que vamos al almacén con el manual del comprador pero escrito por el almacenero, diría Arturo Jauretche. Tampoco aguantan gobernar meramente para los intereses del gran capital financiero y sus aliados locales (los amigos del presidente) porque es tal el saqueo y el descalabro que la cosa explota, como ahora o en 2001. Hasta el dueño de Swiss Medical, Claudio Belocopitt, dijo públicamente que se “la chorearon”. De hecho, el problema es que siempre la chocan, pero el seguro lo pagamos nosotrxs y ellos se compran un auto nuevo. Cuando la cosa no da para más dicen “bueno, manejemos bien un ratito, por emergencia, a nuestro pesar”. 

Ahora hay que ver cómo transcurre. Es día a día. En principio con los dólares de las exportaciones y el “neocepo” va a haber algunos días de estabilidad. Sin embargo, la corrida cambiaria y bancaria está disparada, aunque más contenida, y tienen licuado el poder político. Además, las medidas presentan agujeros (“inconsistencias”) por varios lados, como la autorización de la compra de hasta 10.000 dólares por mes, que prevemos se va a ir achicando si las reservas siguen cayendo. 

La cuestión es que no hagan más desastres hasta el 10 de diciembre. Porque nos encontramos ante una gran encrucijada nacional y regional y, como sucedió entre 1976 y 2001, con excepción de los primeros años de Alfonsín, el declive puede ser muy agudo. De hecho, en apenas tres años y medio de retorno al neoliberalismo periférico el retroceso fue rapidísimo. Continuar dicho camino es como condenarse a ser una hoja seca al viento en temporada de huracanes.  

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